15 febrero 2008

B XVI y el infierno

El verdadero diálogo del Papa con los párrocos y el clero de Roma lo podéis encontrar, cómo no, en Zenit. No tiene desperdicio y el bueno de Von Balthazar, desde el cielo, lo habrá disfrutado.

08 febrero 2008

Von Balthazar redivivo

Por obra y gracia de El País de hoy que, sin embargo, le ha "degradado" de cardenal a párroco. Por si retiran la noticia, cito literalmente:

"El papa Benedicto XVI ha asegurado que el infierno existe y no está vacío. Lo ha anunciado durante el encuentro, que ha mantenido con los párrocos romanos, con motivo del inicio de la Cuaresma ... Uno de los párrocos asistentes, el teólogo suizo Urs Von Baltasar [sic] que es buen amigo de Benedicto XVI, planteó la hipótesis de que el infierno estuviese vacío. Pero el Papa fue categórico en su respuesta sobre el castigo eterno, "el infierno existe".

¡Menuda exclusiva!

[Por supuesto, mi comentario poniendo de manfiesto que D. Hans Urs murió en 1988 ha sido censurado. No vaya a ser que la verdad les estropee una buena noticia.]

30 enero 2008

Quintaesencia del personaje

ZP, sobre los 400 euros, en TVE:


"Es un compromiso, no una promesa."


[Nótese el valor que él mismo da a su propia palabra]



27 enero 2008

Expiación

Carmen y yo fuimos a verla ayer al cine y nos encantó. Es una película de Joe Wright, un joven director inglés nacido en 1972, un año antes que Florian Henckel von Donnersmarck, director de la espléndida
La vida de los otros. Gracias a ambos uno ha recobrado la esperanza en el cine europeo.

Tiene la cuidada puesta en escena de las buenas películas inglesas, con una parte deliciosa en la campiña inglesa y un duro e impecable reflejo de la dureza de la guerra, con el relato de la derrota británica en Dunkerque y de los bombardeos de Londres. Las interpretaciones son muy buenas: Keira Knightley –el saco de huesos más atractivo de los últimos tiempos– y James McAvoy componen una pareja muy creíble de enamorados marcados por la tragedia (aunque sobran la carrerita detrás del autobús en el Londres bombardeado y algún plano de la escena final de la playa, muy dabadabadá). Y están espléndidas la niña Saoirse Ronan, Harriet Walter y, en su breve presencia, Vanessa Redrgrave, las tres actrices (¡qué gran parecido entre ellas!) que dan vida a Briony Tallis, personaje central de la película, en diversas etapas de su vida.

Mención aparte merece la banda sonora, la mejor que recuerdo en muchos años. Compuesta por Dario Marianelli, tiene un protagonismo inusual en estos días. Tiene partes de cello y violín que ya quisieran los compositores “serios” de música de cámara de hoy. Y especialmente afortunado es el juego que hace con la percusión, con el tecleteo in crescendo de la máquina de escribir mezclado con el piano, que refleja el aumento de las pulsaciones del fantasioso corazón de Briony cuando descubre lo que ella cree que es lo que no es. Un corte de esto que os cuento se puede escuchar en la página web del film.

La trama no la destripo, pero trata del profundo pesar que marca la vida de Briony, por una actuación suya cuando era niña que tuvo funestas consecuencias. Tiene mucha miga, así que a ver si saco tiempo y hago otra entrada con mis reflexiones al respecto.

23 enero 2008

¿Arte contemporáneo?

Acabo de leer un libro altamente recomendable. Se trata de Los ocho pecados capitales del arte contemporáneo, del periodista y escritor José Javier Esparza. El libro llegó a mí, una vez más, gracias al Criteria Club de Lectores del eficiente Antonio Arcones.

Esparza constata cómo hoy en día, cuando cualquier persona –ilustrada o no– contempla una obra de arte, no sabe lo que el artista le quiere decir. Sostiene Esparza que el arte occidental contemporáneo está aquejado de, al menos, ocho graves problemas, cuales son: la búsqueda obsesiva de la novedad; la desaparición de significados inteligibles; la transversalidad de los soportes; la consagración de lo efímero; la vocación nihilista de la cultura contemporánea; la sintonía con un poder concebido como subversión; el naufragio de la subjetividad del artista; y la obliteración absoluta de la pregunta por la belleza.

Por el enunciado de estos “pecados” podría pensarse que estamos ante un ladrillo. Nada de eso. Se trata de un libro claro y didáctico que, pese a tratar materias complejas, se lee de un tirón. Supongo que habrá tratados más sesudos que sean más apropiados para los que tengan interés específico en esta materia, pero este opúsculo es más que suficiente para la gran mayoría de nosotros, que asistimos atónitos ante el lamentable espectáculo de un arte que ha perdido el sentido y la inteligibilidad.

Un libro que debería ser de lectura obligada en todas las universidades, y no sólo en las facultades de Bellas Artes.

22 enero 2008

Náusea

El País 22.01.08

19 enero 2008

Emocionante Tristán


A ver por dónde empiezo. No tengo ni idea de música ni toco instrumento alguno. Ignoro con perfección qué es una fusa y su diferencia con una semifusa, y de las clave de sol sólo sé que se semejan a los flamencos, como recuerda d’Ors. Sin embargo, me encanta la música, ninguna otra de las bellas artes me dice tanto. Mis padres me llevaban al Teatro Real cuando aún era sala de conciertos y con 16 años me regalaron un abono para la temporada de ópera de La Zarzuela, donde iba con mi amigo Pedro. Ahora oigo música todos los días, con mayor o menor atención, y tengo una deuda perpetua de gratitud con Steve Jobs, porque mi discoteca me acompaña siempre, metida en un i-Pod, multum in parvo.

Como os decía, el jueves fui al Real, a ver Tristán e Isolda. A las óperas de Wagner hay que ir descansado y sin prisas. Una vez en ellas, es menester no impacientarse, no pensar en cuánto tiempo ha pasado o en cuánto queda. Y uno debe poner de su parte, y tratar de estar, en la medida de lo posible, siempre conectado. No cabe un disfrute meramente pasivo de Wagner (cosa que quizás sea dable en óperas de Mozart o de los italianos). Aquí la concentración es indispensable. Hay que disfrutar de la orquesta, admirar su perfecto ensamblaje con las voces, cómo se encarga de destacar la carga dramática o lírica de cada una de las escenas, y cómo caracteriza las diversas pasiones de los personajes. Hay que admirar la potencia, la hondura y la delicadeza de las voces, y no hay que perder de vista las letras (hoy en todos los teatros las “subtitulan”). La cosa es relativamente fácil con El holandés, Tanhäuser o Lohengrin, pero requiere cierto entrenamiento previo con el monumental Anillo (hay una excelente conferencia de Deryck Cooke que ayuda mucho). Todas esas fases las tengo ya asimiladas.

Tristán es un paso adelante. En las casi cinco horas que dura no hay más que dos personajes principales, dos secundarios y algún otro con una intervención mínima. No hay coros, la trama argumental es sencillísima y casi no hay acción. Vamos, que se entiende que no a todo el mundo le guste, y que pueda hacerse larga y hasta pesada. Ahora, si uno tiene la gracia de haberse iniciado en el mundo wagneriano, es apoteósica. No recuerdo un grado de conmoción estética semejante al vivido el jueves al terminar el segundo acto. ¡Qué maravilla!. Los dúos de los amantes, la culpa por la traición de Tristán, el dolorido sentir del rey Marke, la orquesta. El libreto (como todos, del propio Wagner) tiene esa característica de la poesía romántica alemana, en la que poesía, filosofía y romanticisimo son casi la misma cosa.

La representación estuvo muy bien. La orquesta, sabiamente dirigida por López Cobos, sobresaliente. La puesta en escena, desigual. Situó cada acto en una época diferente. El primero (en el barco), medieval, acorde con el texto, y convincente. El segundo, decimonónico. Aunque el pobre Tristán parecía un botones de hotel, con mucha hombrera y botón dorado, en conjunto fue sobresaliente, con un jardín precioso y un movimiento onírico. Sin embargo, el tercero fue deplorable. Se ambientó en un hospital de campaña de una guerrilla bananera, y nos presentó a Tristán en traje de camuflaje. Como Pierre Menard y el resto de hombres de buen gusto, abominé de ese carnaval inútil que buscaba el plebeyo placer del anacronismo y el inevitable guiño a la modernidad. Entre los cantantes, destacó como siempre West, y Rene Pape se marcó un Marke para el recuerdo. Jeanne-Michèle Charbonnet compuso una Isolda digna, pero eché de menos ¡ay! a Waltraud. A ver si consigo colarme en otra representación en la que cante ella.

En definitiva, máxima emoción para una noche memorable.

17 enero 2008

Tristán e Isolda

Llevo un par de semanas sin vivir en mí, y hoy es el gran día. Esta tarde, a las 19.00 (D.m.) me enfrentaré por primera vez a Tristán e Isolda en vivo. El Anillo es una de mis pasiones, pero hasta ahora no había entrado en Tristán que, como Parsifal, impone respeto. Ardo en deseos. López Cobos es buen bruckneriano, así que dirigirá bien a Wagner. La pena es que en la representación de mi abono no canta Waltraud Meier. La gran alegría, que me reencuentro con Jon Fredric West.

13 enero 2008

Mejor la otra

Sobre la nueva letra del himno se ha dicho ya casi todo. Dos opiniones de buenos amigos aquí y aquí. Y el artículo de hoy de Juaristi, tan certero como de costumbre, aquí.

Para eso, mejor la letra a que me refería el verano pasado:

1
¡Viva España,
Patria de Malasaña
Y de Hernán Cortés,
Que el orbe vio a sus pies!
Todos a coro
Gritad: ¡Leña al moro,
Caiga el luterano
Y húndase el francés!

2
Tiemble el mundo:
Ya Felipe Segundo
Desde el Escorial
Nos manda la señal:
¡Guerra incesante
Contra el protestante
Y colleja y media
Para Portugal!

3
Sin empacho
Linchemos al gabacho
Que la Patria holló:
Au français pas de l'eau
Y que disfrutes
Colgando franchutes
De Despeñaperros
Hasta Mataró.

4
Ruge altivo
Desde el solar nativo
Con resolución,
Ibérico león:
Cunda ya el pánico
En el pecho británico.
¡Nuestras son las monas,
Nuestro es el Peñón!

5
En Lepanto
Del Turco fue el espanto
Nuestro pabellón.
Démosle otra lección:
Abre tu surco
Y entierra allí al Turco
Antes de que vuelva
A armar el follón.

6
En Otumba,
Donde cavó su tumba
El azteca atroz,
Propínale otra coz.
Zúmbale al Inca
Porque no la hinca
Y que el filipino
Te sirva el arroz.

7
No refrenes
Tu afán de armar belenes
Allí donde estés,
Combate así el estrés.
¡Gloria a tu cepa
Y viva la Pepa
Y que viva España,
Qué bonita es!

10 enero 2008

Citas

Hablaba ayer Arp sobre Platón, sus peligros y la belleza de su prosa. También tiene intuiciones magistrales. Mirad qué cita del Fedón, escrita unos 350 años antes de Cristo, casi anhelando su venida:

“Me parece a mí, oh Sócrates, y quizá también a ti, que la verdad segura en estas cosas no se puede alcanzar de ningún modo en la vida presente, o al menos con grandísimas dificultades. Pero pienso que es una vileza no estudiar con todo respeto las cosas que se han dicho al respecto, o dejar las investigaciones antes de haberlo examinado todo. Porque en estas cosas, una de dos: o llegar a conocerlas, o, si esto no se consigue, agarrarse al mejor y más seguro de los argumentos humanos y con éste, como en una barca, intentar la travesía del piélago. A menos que no se pueda con más comodidad y menor peligro hacer el paso con transporte más sólido, es decir, con la ayuda de la palabra revelada del dios”.

03 enero 2008

Lisboa (II)

Ayer, después de un tardío despertar y un parsimonioso desayuno, dimos un largo paseo por Baixa y por Castelo. Las distancias son cortas, pero los desniveles son tales que ciertamente hace uno ejercicio. Algunas calles, por coloreadas y empinadas (Alfama) recuerdan a Cuenca. Otras a Cádiz. Otras a la Habana, donde nunca he estado.

Los escaparates, los rótulos y los propios comercios parecen de otra época.

 
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Una peluquería de caballeros de las de toda la vida, de las que en Madrid cada vez quedan menos, sin fotos de efebos estrafalarios, con peluqueros veteranos, sin tonterías.

 
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Aquí una sombrerería:

 
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Y este rótulo sin igual:

 


Más allá una tienda de velas, droguerías por doquier, rótulos y fotografías de una ranciedad envidiable, sin complejos, sin ínfulas de modernidad. No se adivinan las prisas madrileñas; el tiempo parece detenido hace cincuenta años. Como dice Trapiello, es una ciudad de provincias, pero en absoluto una ciudad provinciana. Aquí París en Lisboa, la tienda de confecciones que cita en sus diarios:

 
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Y mirad qué tienda de licores al lado de un estanco:

 
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Capítulo aparte merecen las liberías. Nunca en mi vida había visto tal número de ellas en un área tan relativamente pequeña. De nuevo y de viejo, de libros antiguos y de libros de ocasión. En dos kilómetros cuadrados debimos de ver más de diez.

En fin, un viaje precioso.

02 enero 2008

Lisboa

Carmen y yo nos hemos escapado un par de días a Lisboa, para descansar un poco y planificar el año entrante. Aunque había venido otras veces por razones laborales, nunca había tenido dos días netos para patearla. Venía con los deberes hechos: Pessoa releído y Trapiello revisitado. En El jardín de la pólvora dedica quince páginas memorables a esta ciudad (pp. 314 ss.): desde su visita al Gulbelkian, hasta una excursión por los alrededores con Amadeo, un conductor de ocasión, pasando por una desternillante cena en un restaurante de fados, y por visitas a libreros de viejo.

El hotel Bairro Alto, en el que estamos, es muy recomendable, sobre todo por su situación, entre Chiado y Bairro Alto, puritito downtown. Ayer, cuando llegamos, paseíto y posterior almuerzo en Casa da Comida, un clásico. Luego un largo paseo por Rossío, Baixa y alrededores del hotel. Llovió intermitente pero copiosamente, y tuvimos que hacer varias paradas.

Lisboa es preciosa, con sus colores pastel, su clima suave, su gente amable y sus edificios llenos de desconchones. Todo elegancia y saber estar. Como Roma, es de las ciudades que no se dan importancia, que están de vuelta de todo, que no tienen que demostrar nada a nadie, desengañadas pero también hospitalarias y alegres, donde uno siempre está como en casa. Qué diferencia con París, tan altanera, tan cartesiana, tan engolada y tan pagada de sí misma (excepción hecha del Marais y de algún que otro rincón).

Rematamos el día cenando en el Clube de Fado, prestigioso local de ídems en Alfama, detrás de la Catedral. La estrella era el guitarrista Màrio Pacheco, un virtuoso de la guitarra portuguesa, parecida al laúd, con doce cuerdas. Le acompañaban una guitarra española y un contrabajo. Actuaron cuatro cantantes diferentes, todos ellos buenísimos. La dinámica era muy agradable: entraban los músicos y uno de los cantantes mientras se cenaba, todos parábamos, cantaban tres fados, salían, y seguíamos cenando. Así, hasta seis entradas. El fado es muy nostálgico, unas veces solemne, otras melancólico, otras verdaderamente alegre, siempre propio de una ciudad abierta a ultramar. Nos gustó mucho.

Tengo la lusofilia disparada.

...como una manta de ternura gaseosa

UN MINUTO DE TEOZOOLOGÍA
(Navidad)

A D. Joaquín Antonio Peñalosa,
ahora más vivo. Ora pro nobis.


El Ángel del Señor le interrumpió a María
la costura rezada, y en nombre de Dios Hijo
solicitó su ayuda para la Redención.
Ella dijo “Sí, quiero” (como se ve en Fra Angelico)
y aquel sí de la niña inauguraba el Cielo.

Pero también José –un alma de agua fresca
oculta tras los callos y los golpes de escoplo–
tuvo su parte en esto. ¿Qué hubiera sucedido
si, atontado y confuso como estaba, no hubiera
preferido la voz de un ángel –¡y soñado!–
a la experiencia, el buen sentido, etcétera,
como todos nosotros?
Dios no hubiera nacido
en el establo. Punto.
Pero, con mi respeto
para la Teología, aquí no acaba todo;
aquí falta un minuto de lo que se debiera,
con todo mi respeto, llamar Teozoología.

Sí, que al buey y a la mula que allí estaban, oscuros,
alguien debió de darles también algún aviso,
pues ya veis –caso raro de veras– que, en lugar
de alborotarse trompicando en la penumbra,
todo pezuñas, costaladas y bufidos,
ante aquella invasión de su tibio descanso,
se quedaron echados, rindieron los testuces
y con algo que era casi amor, enfocaron
el vaho de sus morros hacia aquel puñadito
de carne sonrosada y llorona.
Si pienso
qué hubiera sucedido si a Dios aquella noche
le faltara aquel aliento, que fue como una manta
de ternura gaseosa; lo distinta que pudo
haber sido la vida de los hombres,
concluyo
que la mula y el buey –benditos para siempre
ellos y sus estirpes–, a su modo, sabían
lo que estaban haciendo. Lo que estaba naciendo.


Miguel d’Ors. Sol de noviembre

30 diciembre 2007

Progres

"La amistad no es menos misteriosa que el amor, o que cualquiera de las otras faces de esta confusión que es la vida", decía mi admirado JLB.

Mirad qué artículo de mi amigo Enrique.

25 diciembre 2007

¡Oooo-le-ga-rio!

Pedazo de artículo el suyo en el ABC, sobre la debilidad de Dios. Por si lo quitan lo transcribo más abajo. Feliz Navidad.

La debilidad de Dios
OLEGARIO GONZÁLEZ DE CARDEDAL
ENTRE las páginas autobiográficas de Nietzsche hay una en la que recuerda lo que era para él la fiesta de Navidad: «Qué espléndido se yergue ante nosotros el abeto, cuya copa decora un ángel, aludiendo al árbol genealógico de Cristo, y cuya corona es el mismo Señor. Qué luminosas brillan las numerosas luces, representando simbólicamente la claridad que ha engendrado en el mundo el nacimiento de Cristo entre los hombres. Y a la raíz del árbol el niño Jesús en la cuna, rodeado por José y María y los pastores que vienen a adorarlo». Esa página queda como un aerolito de la ilusión juvenil; nunca jamás volvió a escribir la palabra Navidad.
¿Tiene sentido hablar de la alegría de estos días y desearnos felicidad sin algo que la fundamente y nos permita obsequiarnos unos a otros, porque un don supremo nos ha agraciado a todos? ¿Es posible celebrar la Navidad en tiempos de increencia y desacato? El silencio de Nietzsche es el anticipo de una extraña tristeza que embarga a muchos en los días navideños. No se atreven a alegrarse. Son demasiado rigurosos y sensatos como para sucumbir a la magia o al folclore, al comercio que todo lo inunda o a la nostalgia de una infancia lejana. Navidad, o debe ser olvidada como una pesadilla o celebrada con aquella lucidez del corazón que se abre a la anchura de todo lo posible y llega hasta donde se extiende la esperanza infinita del hombre.
Tiene capacidad de ahuyentar la tristeza en Navidad quien sea capaz de ir a Belén, lugar concreto de la historia concreta, y a aquella fecha concreta, en la que Dios en Jesús se hizo hermano de los hombres y compañero de camino. El mismo Nietzsche se preguntaba si no era posible transvalorar la Navidad como fiesta del nacimiento, de la infancia, de la maternidad, del calor del hogar. Y se respondía que tales realidades son bellas por sí mismas, merecen el canto y el encanto de todo lo que surge, pero no permiten la alegría absoluta a quien las sabe heridas por el dardo de la muerte y con ella de la melancolía insuperable. ¡Y le hubieran parecido macabras, por ingenuas o insolentes, esas frases de ciertos cristianos que, olvidadizos del misterio que los funda, lo trivializan proclamando que siempre que se enciende una luz, nace un niño o se abre una puerta al hermano, es Navidad!
La cuestión no es saber qué hacemos los hombres en Navidad sino si Dios ha hecho algo por nosotros en una historia que merezca la pena y el gozo recordar, actualizar, cantar y comunicar a los demás. Se celebran los hechos faustos en los que la vida ha dado comienzo, la verdad se ha manifestado salvadora, se ha abierto el horizonte de una esperanza absoluta, se ha vencido el imperio de la muerte y se ha extendido el de la vida. Los cristianos afirman que esto ha tenido lugar en Cristo. Su nacimiento es el hecho histórico por el que el Hijo eterno de Dios, y Dios con él, se encarnó llegando a ser tiempo el que era eterno y a tomar carne de muerte el que era Espíritu y Vida en plenitud. La historia de uno de nosotros era a la vez historia de Dios.
Cuando Hegel en el prólogo de la Fenomenología del espíritu, cuyo centenario celebramos, habla de la «muerte de Dios» no lo hace a la ligera, con una fácil metáfora o por descuido verbal. Él, superando la Ilustración en la medida en que esta había situado la religión como un estrato de la moral y el cristianismo en el orden del positivismo legal, tuvo el coraje de pensar la historia y Dios al mismo tiempo, nuestro destino y el destino de Dios inseparablemente unidos. Más cristianamente que muchos teólogos habló de la historia, del nacimiento, de la conciencia, de la pasión y de la muerte de Dios. Sabía que con ello estaba recogiendo afirmaciones bíblicas fundantes del cristianismo. Para San Pablo, el que existía en condición divina asumió la condición humana; el que estaba en la gloria del Padre sufrió el vilipendio de la cruz, el castigo extremo propio de los esclavos y traidores (Filipenses 2,6-11). Dios había llegado al borde mismo de la existencia humana, compartiéndola y padeciéndola. Hay un morir como acontecimiento que se padece y hay un morir como poder dominador que nos anula. La lengua alemana llama al primero Sterben y al segundo der Tod; en cambio, en español no tenemos dos palabras para diferenciarlos. Dios ha entrado por el desfiladero de la muerte para sufrirla (Sterben) en toda su crudeza amenazadora, pero se ha manifestado superior a ella (Tod). Al asumirla la ha destronado de su imperio universal y ha abierto a los hombres el desfiladero hacia la llanura fecunda de la vida. El nacimiento y la resurrección de Cristo son inseparables y la victoria de la última refluye sobre el primero, convirtiéndolo en el día más glorioso y festivo, porque es el que inicia nuestra liberación.
¿Será posible pensar así de Dios? ¿No estamos anulando las categorías con que el pensamiento humano ha caracterizado a Dios, al describirlo como eterno, impasible, inmortal, trascendente, ajeno a nuestra historia de hombres? Así lo han pensado los filósofos, al identificarlo como Idea, Absoluto, el Uno, el Todo, la Sustancia universal. Los cristianos han partido del Dios personal de la revelación bíblica y lo han comprendido a la luz de la vida, destino y mensaje de Cristo.
Para ellos Dios es el Eterno que por ser tal tiene capacidad de ser hombre y tiene tiempo para nosotros, el Trascendente que por no estar amenazado por ningún otro poder puede ser inmanente a nuestra historia, gozándola y padeciéndola en toda su verdad. Dios es el poder supremo que por tal puede llegar a ser debilidad suprema. Él se nos entrega como poder en debilidad, como omnipotencia suplicante ante el hombre para que le acoja en su tierra, en lugar de presentarse como la omnipotencia imperante o exigente contra él. Eso eran los dioses; nunca el Dios cristiano.
Un estudiante jesuita escribió este dístico que hacía las delicias de Hegel y Hölderlin: «Lo propio del Supremo no es retenerse en lo máximo sino contenerse en lo mínimo». Esa es la humildad metafísica de Dios y ese es el misterio del pesebre en Navidad. El Dios así mínimo, justamente porque es máximo y omnipotente, es el que nos arranca a cantar jubilosos con aquella loca alegría propia de quienes han llegado a la inocencia de la segunda infancia. San Francisco de Asís, Santa Teresa y San Juan de la Cruz nos han dejado las más bellas aleluyas en alborozo puro ante el Dios que viene al hombre para anticiparle la alegría absoluta a la que está destinado.
Pero como todo lo bello y ennoblecedor esto es una oferta a la libertad del hombre: la aceptarán quienes se sepan superiores a su pobreza y se dignifiquen más por lo que pueden recibir de los demás que por lo que puedan hacer por sí mismos. Humildad metafísica que nos eleva a la participación en la majestad de Dios. Ese es el enigma de Belén al que nos conduce la radical exigencia para buscar la verdad y la radical inocencia para encontrarla. Horkheimer hablaba del «anhelo de lo totalmente Otro».
Nuestros poetas han hablado de la sed que nos alumbra para llegar a Belén. «De noche, cuando la sombra/ de todo el mundo se junta/, de noche, cuando el camino/ huele a romero y a juncia/. De noche, iremos de noche/, sin luna iremos sin luna/, que para encontrar la fuente/ solo la sed nos alumbra» (Luis Rosales). En la noche del mundo solo encuentran la fuente quienes tienen sed. El gran escritor Robert Louis Stevenson concluía así su sermón de Navidad en la isla de Samoa (1892): «La cordialidad y la alegría deben preceder a cualquier norma ética: son obligaciones incondicionales».

20 diciembre 2007

Todavía más Weigel

Aquí sus reflexiones tras su visita al Valle de los Caídos. Y aquí están en español, gracias una vez más a la Fundación Burke.

19 diciembre 2007

Osadía

Esta tarde, en el Aula Newman de la UFV, me atreveré a dar no una sino dos conferencias sobre materias que no domino. La primera lleva por título: Del "ius" al derecho subjetivo: la desvinculación de lo jurídico del ámbito de la realidad. La segunda: ¿Qué Derecho enseñamos? ¿qué hay detrás del Derecho que enseñamos? ¿cabe y es deseable la neutralidad en la enseñanza del Derecho?.

Que San Raimundo de Peñafort, San Alfonso María de Ligorio, y María, abogada nuestra, me iluminen.

16 diciembre 2007

Mercedes Aroz

Como os decía, el jueves almorcé con Mercedes Aroz en la UFV. Había venido a conocernos, gracias a un amigo común, intrigada por el trabajo que se está haciendo en la Universidad para repensar todas las asignaturas a la luz del Evangelio, y por la existencia del Instituto Universitario John Henry Newman sobre fe y razón. Le contamos nuestros propósitos y algunas de las últimas actividades del Instituto: el educadísimo encuentro entre un rabino y un sacerdote católico con ocasión del “diálogo” entre B XVI y Jacob Neusner sobre Jesús (cfr. las referencias del primero a A Rabbi talks with Jesus en su Jesús de Nazaret); el vivísimo debate entre el imán de la mezquita de la M-30 y ese mismo sacerdote acerca del discurso del Papa en Ratisbona, o los seminarios acerca de la credibilidad de Jesucristo, y de su pretensión de ser Dios para nosotros.

Mercedes casi no comió y habló poco. Se limitaba a escuchar con un interés extraordinario, maravillada ante el apostolado de la inteligencia y ante una realidad universitaria que desconocía totalmente, ella que es doctora y profesora de economía en la Central de Barcelona. Nosotros estábamos deseando que nos contara su conversión, y el proceso de formación de su valiente decisión de abandonar el grupo socialista del Senado por la incompatibilidad de su política con la fe que había abrazado. No habló mucho, como ya digo. Eludió la crítica a su partido y el reproche a sus compañeros de grupo parlamentario, que le han retirado el saludo. No habló de política. Nos contó cómo hace cuatro años empezó a hacerse preguntas al leer el diálogo entre Ratzinger y Habermas y al comprobar poco después cómo (San) JP II era capaz de reunir a más de dos millones de jóvenes en Italia cuando ningún político, o cantante era capaz de congregar más de unos pocos miles. Y tuvo la osadía de no despreciar lo que ignoraba y de no creerse en posesión de la verdad. Su búsqueda fue honesta y con mentalidad abierta. El Espíritu Santo hizo el resto.

La invitamos a implicarse en nuestras actividades, a dar alguna conferencia. Rechazó la invitación, casi con pudor. No era el momento. Nos dijo que no pensaba volver a la política ni a la universidad, que quería dedicar todo su tiempo al Señor, para ver qué quería de ella a su edad y cómo podía servirle mejor. Para eso iba a pasar las navidades en Tierra Santa, se había matriculado en Teología, se proponía hacer unos ejercicios espirituales largos, y dedicar varios meses a oír la voz y a discernir la voluntad de Aquél por quien pensaba vivir el resto de su vida.

Para los que allí estuvimos, su breve testimonio, el brillo de sus ojos y el temblor en su voz cuando hablaba de lo que había acontecido en su vida, fue una gracia impresionante, la mejor experiencia de este Adviento. Dios es tan grande que puede hacerse pequeño y puede transformar a una veterana socialista proveniente del marxismo más montaraz en una joven enamorada. Ojalá me convierta también a mí, me sacuda de mis rutinas y fariseísmos y me permita vivir esta Navidad con la novedad con que la va a vivir Mercedes. Como si por primera vez me fuese dado descubrir que Dios, el creador del mundo, de los tronos, potestades y dominaciones ha nacido del vientre de María, su Madre –disfrazado de nada, como suele– porque no cabe en sí de amor, para que le coja en mis brazos como a uno más de mis hijos, y le quiera, y juegue con él, y forme parte de mi vida, y jamás me separe de su compañía ni de su amor.

14 diciembre 2007

Más Weigel

A los cuatro amigos que me leéis, mis disculpas por tantos días de silencio. Sigo vivo y tengo cosas que contar, pero no veo el momento de ponerme a ello. En cuanto saque un minuto os hablo de la recién creada parroquia de San Josemaría en mi barrio, y de mi almuerzo de ayer con Mercedes Aroz.

Mientras tanto, no os perdáis esta entrevista a Weigel sobre la Iglesia en España.

Abrazos,

DAL