20 mayo 2008

Carta

Con las debidas licencias, os adjunto la carta que el Hermano R.A., LC ha enviado recientemente. Res ipsa loquitur:

Acabo de terminar de escribir una carta con la que voy a dar un paso decisivo en mi vida. He escrito a mi superior la carta en la que le pido recibir la ordenación sacerdotal.

Ciertamente llevo ya muchos años preparándome para este momento. Pero la costumbre en la Iglesia es que, durante el año anterior a la ordenación, el superior de un candidato al sacerdocio le comunique su aceptación y que, en ese momento, el candidato redacte una breve carta manuscrita. En ella debe pedir libre y espontáneamente la admisión a las sagradas órdenes y manifestar la intención de dedicarse de por vida a su misión de sacerdote. Esta es la carta que acabo de escribir.

Es una carta muy sencilla, de una página, sin retórica ni frases ampulosas, pero que compromete toda una vida. Imposible imaginar a qué rincones del mundo me llevará esta carta. Menos aún la gente con la que me llevará a tratar o las aventuras y retos, los sufrimientos y alegrías, las sorpresas y las fatigas que me deparará. Por eso es una carta que no se puede escribir con indiferencia. La he escrito con gran alegría y confianza, pero también con cierta expectación. ¿Qué será de mí en los próximos años?

Creo que por eso he sentido la necesidad de haceros llegar este mensaje al mayor número posible de todos vosotros a quienes he conocido. A quienes he conocido mucho y a quienes menos. A los que he seguido tratando con más frecuencia, y a los que no he visto o he visto muy poco en estos años que he pasado en diversos países del mundo. A los que sois creyentes, a los que no tanto y a los que no lo sois. A todos.

Imposible explicar en unas pocas líneas lo que es para mí ser sacerdote. Pero una cosa es cierta: el sacerdote pertenece a Dios y a los demás. Ya no se pertenece a sí mismo. Ha renunciado a una familia propia y a unos planes personales para dedicarse sólo a Dios y a los demás. No es que no tenga familia. Ésta es su familia: Dios y los demás. Creo que también por eso siento la necesidad de mandaros este mensaje. Porque, más allá de las distancias y más allá de los años, como “casi-sacerdote” creo que algo especial me ata a la gente con la que me he cruzado.

Si eres una persona de fe, te pido una oración por mí. Para que Dios me ayude a ser un santo y auténtico sacerdote. Si eres una persona de poca fe, te pido dos oraciones. Si no eres creyente alégrate por mí, y yo me encargo de la oración. ¡Pero alégrate!

Entre este momento y la ordenación me gustaría poder escribiros en alguna otra ocasión, para ver si consigo explicar por qué me hago sacerdote, qué he hecho estos años de preparación, qué significa ser sacerdote en el mundo de hoy. A ver si lo consigo.

De momento os mando un fuerte abrazo y la información sobre la ordenación.

Rezo por vosotros,

R.A.U.

Ordenación sacerdotal:

Sábado 20 de diciembre de 2008, Basílica de San Pablo extramuros, Roma, Italia. Nos ordenará el Cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado emérito de la Santa Sede.

Antes seré ordenado diácono el domingo 29 de junio de 2008, también en Roma, en la capilla del Centro de Estudios Superiores de los Legionarios de Cristo, por Mons. Mieczyslaw Mokrzycki, antiguo secretario personal de Juan Pablo II y de Benedicto XVI.

19 mayo 2008

Im-pres-cin-di-ble

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Una vez más, Juaristi. Copio su artículo en el Abc de ayer, por si lo quitan:


María

BUENO, es posible que María San Gil no sea más que una chica de provincias viviendo en un cuadro de Ramón de Zubiaurre o de algún otro costumbrista menor, y que no sirva para la Gran Política de diseño. Es posible que no sepa explicarse como una catedrática y que se haga un lío o que la líen con borradores inconclusos y contradictorios. Es posible, en fin, que tenga que irse a casa antes de que los ancianos padres de los militantes centristas del PP vasco empiecen a preguntarse por qué no firma ponencias que ellos firmarían brincando como cabras jubilosas (los ancianos padres de los militantes centristas del PP vasco me parecen criaturas más improbables todavía que los propios militantes centristas del PP vasco, pero admito la hipótesis e incluso cachalote como animal de compañía). Es posible que María San Gil se haya quedado obsoleta ante esta nueva perspectiva esplendorosa que contempla el centrismo español. No hay más que ponerla junto a Soraya en el casting para comprobar que no da el tipo.
María, la pobre, no tiene siquiera la formación adecuada. En vez de licenciarse en Sciences Po, Derecho o Comunicación, se dedicó a perder el tiempo con estudios bíblicos. Y, mira tú, ni se casó por lo civil, habráse visto estrecha. Derechona pura, sin discusión. Con semejante historial, no deberías dedicarte a la cosa pública ni aunque te maten al jefe mientras tomáis el aperitivo. Corres el riesgo de que te calen cuando llegues a comisario europeo, como a Rocco Butiglione, y entonces les sacarán los colores a los honrados centristas de tu partido, que no se merecen tanta humillación por tu culpa. María, que no te enteras. Que no estás al día, María. Que el PP ha cambiado, que ya es el centro moderno que todos esperábamos que alguna vez se decidiese a encarnar. O sea, que los socialistas tiemblan de miedo ante la estrella ascendente de Rajoy, y ahora nos vienes con tiquismiquis.
Después de todo, ¿qué ha hecho María San Gil por la patria, por el bienestar y el progreso? Recoger un partido en bancarrota y llevarlo a la ruina. Cierto: es una mujer de principios, pero qué tendrán que ver los principios con la Gran Política, digo yo. Los principios, a María San Gil, le han valido insultos callejeros cotidianos, conatos de linchamiento en mercados y universidades, unos cuantos galones de lágrimas en funerales de compañeros y hasta una displasia. Vaya éxito. E insiste: nada de acercarse a los nacionalistas, porque se radicalizan más. Claro, querida, pero las verdades de Perogrullo, o les sacas provecho, como Pachi López, o sólo te producen melancolía. Última teórica que te doy gratis. En un país afligido por el terrorismo nacionalista, ganan los nacionalistas que se pretenden moderados, porque los aterrados les votan. Les ceden el poder, con la esperanza -vana, es cierto- de aplacar a los asesinos.
Antaño, el PNV explotaba esta fórmula en régimen de monopolio. La genialidad de Pachi López ha consistido en usurpársela, dando a Ibarreche toda la cuerda que necesitaba para ahorcarse, presentándose ante la galería como el auténtico nacionalismo moderado y negociando con ETA por encima del gobierno vasco. Así que, mientras tú te desgañitabas invocando la nación española, los socialistas arrasaban en las elecciones de marzo, frente a un tripartito radicalizado y a un PP principista. ¿Quieres saber en qué consiste hoy el nacionalismo moderado? En esas mociones éticas de Mondragón y Hernani que tú y los tuyos os negáis a secundar por repugnancia moral. No te hagas ilusiones. El terrorismo se ha cargado la nación española en el País Vasco y, si me apuras, en media España. Toda una ganga de primavera para quien no tenga tus escrúpulos.
Dicho esto, añado, por si no se nota con suficiente claridad, que ese desastre llamado María San Gil es el único atisbo de esperanza que consigo divisar en el radiante abismo que se abre bajo nuestros pies. O sea, que, como en el barco zozobrante de Péguy, tres hurras por el grumete amotinado.

JON JUARISTI