21 septiembre 2006

Diversity (II)

¡Qué maravilla tener lectores críticos! Tiene razón Enrique Baltanás: mi entrada de ayer está pésimamente argumentada.

La unanimidad será buena o mala según confluya en la verdad o en el error, esto es, según se adecue o no lo pensado con la realidad. La unanimidad acerca de los primeros principios o acerca de la existencia de un Dios omnipotente, bueno, encarnado y redentor sería maravillosa (y, según sabemos, llegará algún día), porque es verdad. No es deseable el disenso en esto. No creo que el disenso sea en sí mismo necesario, ni tan siquiera como método de conocimiento (dialéctica, falsación, duda metódica, etc.), aun admitiendo que hay que estar muy vigilante para no creerse en posesión de la verdad que además, según sabemos por el Oso Von Balthazar, es sinfónica y no "solista". Esto no me plantea especial problema. Además, yo no hablaba de unanimidad, sino de unidad.

La diversidad no es en absoluto condenable, en cuanto diversidad. Pocas cosas más genuinamente católicas que lo diverso (en el accidente) siempre que sea unitario (en la esencia). Que se lo pregunten a S. Pablo en su debate con los "unitarios" judaizantes, gracias al cual nosotros no somos creyentes "de segunda" (ni estamos circuncidados, un dolor menos). O que se lo pregunten a S. Francisco Javier, cuando le tenían que ayudar porque se le cansaban los brazos de tanto bautizar a "diversos" asiáticos.

El problema está cuando se fomenta la diversidad porque se sostiene que todo son opiniones (magistral poema de d'Ors al respecto) y que no hay un criterio sobre nada que pueda imponerse sobre otro (relativismo). Cuando se dice que Platón y Aristóteles no son más que "varones blancos muertos", cuyas opiniones son tan válidas o inválidas como las de cualquier gurú con taparrabos o cualquier psicosocioestructuroargentino (d'Ors again). Nuevamente ello parte de la base de que la realidad no existe o al menos no es cognoscible. El primer principio de no contradicción (una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo bajo el mismo aspecto), no admite diversidad (sé que tú no decías esto, Enrique).

Por otra parte, todos en cuanto personas somos únicos e irrepetibles (Dios sólo sabe contar hasta uno, Péguy dixit) , y tenemos los mismos derechos fundamentales. Sin embargo, creo que hoy se ven derechos por doquier, sin que verdaderamente sean tales. Pese a lo que digan los tribunales (incluido, ay, nuestro Tribunal Supremo), no hay un derecho a la indemización de los padres por wrongful birth (les indemnizan porque el hospital no les avisó a tiempo de la enfermedad del feto y no pudieron abortar); ni hay un derecho a que los padres sordos digan que su sordera no es un defecto, sino una alternativa, y exijan manipulación genética para tener hijos sordos; ni un derecho al "matrimonio" homosexual o a la adopción por homosexuales, que es uno de los paradigmas de la diversidad. Y, ¡qué pena!, yo no tengo derecho a escribir entradas tan buenas como las de Enrique Baltanás, ni a ser un poeta como García-Máiquez, ni a tener la capacidad de observación de Arp. Ya me gustaría.

El tema de la discriminación positiva me parece más serio que el de la diversidad, y anticipo que no lo he estudiado a fondo. Sin embargo, aun a riesgo de equivocarme, creo que no hay que sobreproteger a los arrinconados. En primer lugar, porque es muy difícil que haya igualdad en todo en dos candidatos para que sólo haya que elegir a uno porque esté perseguido o arrinconado, y se presta a injusticias. Y en segundo lugar, porque cuando se ha llevado a efecto, a la larga ha repercutido en falta de calidad o de excelencia. Recuerdo vagamente un artículo magnífico en Aceprensa sobre un colegio público en una zona difícil de Estados Unidos, que en los años 50 era puntero y que con la discriminación positiva se fue al garete. Creo que hay que ser meritocrático-caritativo, que no es lo mismo.

Y una nueva loa de la unidad y una crítica a la diversidad (dispersión) está en las palabras del Señor a Marta, cuando ésta le pide que reproche a María que no la ayude: frente a la inquietud y dispersión de Marta solo hay una cosa importante que es la que elige María, y no se la quitarán.

20 septiembre 2006

Diversity

La dichosa palabrita va de boca en boca. No hay conferencia de gestión de despachos donde no se repita hasta la saciedad. Para ser un gran bufete -se dice-, hay que fomentar y promover la diversidad. ¿Que qué es eso? Pues básicamente el rechazo a toda identidad fuerte, y la entrada de la discriminación positiva y del aquí todo vale. Para ejemplo, la página web de un despacho americano de postín, Cadwalader, donde se apuesta por la diversidad de género, de raza y cómo no, de identidad sexual:

"The Firm supports a variety of gender, racial, ethnic and sexual orientation diversity programs, organizations and associations (...) Cadwalader also provides philanthropic and pro bono support for the LGBT community. In addition to direct mailings by gay Cadwalader attorneys to students who are members of gay campus groups and sponsoring receptions for gay students at New York City law schools, the firm supports, and has been involved with, a number of lesbian, gay and bisexual organizations".

Desde luego, la conclusión inmediata es que se trata de una decantación del principio de corrección política y de una consecuencia del relativismo moral. Pero creo que admite también una lectura sobrenatural. Para mí es una manifestación más de dónde llega el hombre cuando prescinde de Dios(nosotros solos podemos): a la torre de Babel. Justo lo contrario de lo que sucede cuando Dios entra en nuestras vidas. Entonces la consecuencia es exactamente la contraria: la unidad, esa unidad (ut unum sint) que Cristo anhelaba para los suyos en la oración sacerdotal.

19 septiembre 2006

American Gothic

Espoleado por Arp y por Mora-Fandos, continúo contando "lo que veo" en Chicago, a pesar de mis limitaciones (no es falsa humildad, ya dijo Santa Teresa que la humildad es la verdad).

Otro de los cuadros memorables del Chicago Art Institute es éste que Grant Wood pintó en 1930, titulado American Gothic. Creo que el impacto que produjo cuando se exhibió por primera vez, fue considerable, y que de este título viene la denominación de determinado género como "gótico sureño", en el que algunos encuadran a la admirada Flannery O'Connor. El cuadro es magnífico. Por mi parte, y sin querer menospreciar a nadie, creo que por la dureza y severidad de los rostros y por la actitud hierática, esta pareja sólo puede ser protestante, y no católica. Me parecen la versión americana del matrimonio Arnolfini o de cuadros flamencos similares (obviamente de otra época pero con analogías que me parecen claras, Mora-Fandos, dime algo, please). Debe de ser durísimo no tener el consuelo del sacramento del perdón.

En cualquier caso, después de disfrutar contemplándolo, no pude dejar de acordarme de los relatos de Flannery. A la salida fui raudo a una librería y he comprado Wise blood; The violent bear it away y Everything that rises must converge, así como dos libros más que no conocía, Mystery and manners (una recopilación de textos suyos que incluye el prólogo al libro Memoir of Mary Ann al que tanto se refiere en sus cartas), y una selección de sus textos recopilada para una colección titulada Modern spiritual masters series, en la que también están sus admirados Simone Weil y Theilard de Chardin, Edith Stein, Santa Teresita, y otros (incluido, ay, el infausto Anthony de Mello). Esta recopilación de Flannery la hace un tal Robert Ellsberg, y tiene una estupenda introducción de otro tal Richard Giannone, que se convirtió al catolicismo gracias a Flannery. Me relamo de gusto con las nueve horitas netas de vuelta de avion que me esperan para hincarles el diente.

Chicago

Estos días estoy en Chicago, en un congreso de la International Bar Association. Antes he estado con bastante lío, y no he podido actualizar el blog. Es una pena, porque la cosa está que arde. Mis disculpas a los dos o tres que me leen.

En cualquier caso, esta mañana me he escaqueado del congreso y me he pateado el Art Institute , muy completo y con algunas joyitas. Hay seis cuadritos de Goya describiendo la captura del bandido Maragato por Fray Pedro de Zaldivia, que son una delicia (primero el bandido le apunta con un trabuco, luego el buen religioso forcejea con él, le quita el arma y le pega un tiro en una pierna, lo reduce y lo entrega a la justicia). Toda una alegoría de la Iglesia y de su papel en los tiempos que corren.

Luego me he dado un paseo por el Loop, y no ha estado mal. Se supone que arquitectónicamente es la caraba (Mies van der Rohe, Bauhaus, etc.), pero soy bastante zote en lo que a gusto por la arquitectura se refiere.

Ya me gustaría tener la capacidad de observación que Arp ha demostrado con sus crónicas austriacas, porque Chicago tiene mucho interés, pero no la tengo.