11 octubre 2008

Lo de Quito


Por una serie carambolas providenciales, me encuentro en las Españas de ultramar, conferenciando sobre arbitraje. Ducunt volentem fata, nolentem trahunt. El lunes y el martes estuve en Quito, de ahí salté a Santa Cruz de la Sierra, la provincia boliviana díscola con esa lumbrera que es Evo Morales, y ahora acabo de llegar a Buenos Aires, donde Carmen llega esta noche y estaremos D.m. una semana, con salto a Iguazú incluido.

Empiezo por lo de Quito. Quito, la bellísima Quito, puritito síndrome de Stendhal. Los nombres de las calles, emocionantes: Isabel la Católica, Francisco de Orellana, Avenida del 12 de Octubre, Madrid, La Coruña, Toledo, Andalucía. Y el casco antiguo, maravilloso, inefable. La Catedral, la Iglesia del Rosario, el Convento de San Francisco, la Basílica, con la estatua conmemorativa de la visita de (San) Juan Pablo II, la Virgen del panecillo, la calle de las siete cruces, el palacio arzobispal, la Iglesia del Sagrario. Y cómo no, la Iglesia de la Compañía (la de la foto), con fachada de Churriguera y un barroco interior impresionante. Allí yacen los restos de Santa Mariana de Jesús, la primera ídem ecuatoriana, con gran devoción en la ciudad. Paseando por sus calles, gente aislada del tiempo: carmelitas, franciscanos, indígenas, y pánfilos boquiabiertos como el que suscribe. No en vano es Patrimonio de la Humanidad, y yo sin tener ni idea de lo que me iba a encontrar.

La primera sensación que tuve fue una emoción intensísima, un legítimo orgullo de ser español. Ciertamente, en los tiempos actuales no tiene uno muchas oportunidades de tener una experiencia así, sino más bien su contraria. Haber llegado hasta allí, haber construido aquello y, sobre todo, haber llevado la fe católica a esas tierras, es algo objetivamente grande. Defectos los habrá habido, pero esto es grande, muy grande. Luego tuve otras sensaciones, que ya os contaré.

Y finalmente me pregunté como el viejete aquél del anuncio magistral de hace ya algunos años: “¿y ZP qué opina de esto?” Me temo que se le atragantará. ¿Y Mariano?, pues que vaya coñazo, supongo.