06 agosto 2007

Florenski sobre la poesía

En varias de sus cartas, Pável habla de poesía. En la de 27 de abril de 1938 dice a su hija Olen:

"Has pensado alguna vez en el significado del lenguaje poético? En realidad, ese significado es múltiple, pero ahora sólo quiero señalar un rasgo: su condensación. El lenguaje poético es mucho más conciso que la exposición no poética del mismo asunto. El poeta está obligado a ser parco en palabras : como decía Goethe, se debe escribir de modo que “las palabras sean densas y el pensamiento libre”. Pero ¿qué significa eso? El poeta no puede decir muchas palabras, mientras un escritor en prosa utiliza una cantidad enorme para ocuparse del mismo tema; en consecuencia, el poeta está obligado a concentrar en pocas palabras lo más esencial de lo que querría expresar; es decir, debe renunciar a todo lo secundario y concentrarse en lo característico. Y como la concentración va por el camino de la imagen visual y no del concepto abstracto, la imagen en el lenguaje poético está obligada a convertirse en tipo, idea, símbolo, a diferencia de la fotografía, tan seductora para la prosa, y del concepto propio de la comprensión abstracta. El lenguaje de los versos es poético por su propia naturaleza.
Hay otras causas que explican su carácter poético, causas de orden fonético, pero no quiero ocuparme ahora de ellas. Sólo quiero subrayar que es la propia dificultad de la forma versificada la que dirige la exposición hacia el terreno de la poesía. Esa dificultad se refuerza, después, en algunos géneros específicos del lenguaje versificado. Una forma difícil (el soneto, el terceto, la octava, etc.) implica una elevación del esfuerzo creativo y actúa como dique que hace aumentar el nivel del agua, es decir, la presión; y la creación, en lugar de fluir sin impedimento por el camino más cómodo y dar un producto abundante, pero flácido y de escaso valor, se condensa, opera con una alta potencialidad y produce obras de gran solidez, si puede elevarse hasta la barrera, pero si el impulso no es lo bastante fuerte, no llega a liberarse. En esa elevación del potencial reside el enorme significado de las formas difíciles, de las que a menudo se piensa (equivocadamente) que no son más que convenciones que impiden la expresión libre de los esfuerzos creativos. Es cierto que pueden estorbar; pero, cuando el impulso no encuentra resistencia no crea nada, y en lugar del Niágara se obtiene un mero charco estancado".

Uno de poesía no sabe casi nada, pero algo de esto nos contó Enrique García-Máiquez hace unas semanas en la UFV.

05 agosto 2007

Pável Florenski

Por consejo de César U-M y del propio JMM, he leído sus Cartas de la prisión y de los campos. Nacido en 1882 cerca de Azerbaiyán, se doctoró en Física y Matemáticas en 1904 y en Teología en 1908. Dos años después casó con Anna Mijáilnovna Giatsintova, con quien tuvo cinco hijos. En 1911 fue ordenado sacerdote.

Su saber es absolutamente asombroso. Es filósofo de la ciencia y de la religión, teólogo, físico, matemático, ingeniero electrónico, epistemólogo, téorico del arte y de la filosofía del lenguaje, poeta y filólogo. Dominaba el latín, el griego, el inglés, el francés, el alemán, así como otras lenguas europeas y caucásicas, del Irán y de la India.

Los primeros años de la revolución bolchevique no fueron para Florenski más hostiles que para el resto de los rusos. Pero con el padrecito Stalin sufrió sucesivos arrestos y finalmente fue arrojado al gulag. Sus últimos años los pasó en las islas Solovki, un gélido infierno (si el oxímoron es tolerable) situado en el Mar Blanco, a unos 160 kilómetros del círculo polar ártico. En 1937 recibió un tiro en la nuca por uno de los sicarios del camarada Stalin, ese filántropo añorado por Negrín.

De estos últimos años de sufrimiento se conservan algunas decenas de cartas, que son el objeto de la recopilación que he leído. Su conservación y copias clandestinas por parte de sus descendientes dan para una novela, pero ahora no hace al caso. Las cartas están destinadas a su mujer, a sus hijos, a su madre y a su nuera. En ellas, en función del destinatario y de su estado de ánimo habla de filosofía, de biología, de música, de poesía, de botánica, de arte o de pintura. Todas sus misivas eran concienzudamente revisadas por la censura antes llegar a su destino, por lo que en ellas no podía haber referencia alguna a Dios, al régimen o a personas concretas distintas de allegados. Sin embargo, cada carta sortea estos obstáculos y logra su finalidad.

Lo más impresionante del libro no radica en la cultura enciclopédica del personaje, sino en comprobar cómo Florenski es capaz de sobreponerse a la censura, a la distancia, a la soledad y al sufrimiento para educar a cada uno de sus hijos o para confortar a su mujer y a su madre. Cómo, en definitiva, una familia unida anclada en la fe, en la tradición y en el amor a los antepasados no puede ser destruida ni siquiera por el sistema más perverso y metódicamente antihumano que vieron los siglos.