25 julio 2007

Wagner

Gustar de Wagner requiere su tiempo. Recuerdo que, cuando leí el Quijote en 3º de BUP, no me enteré de lo que tenía entre manos y sólo alcancé a ver su hondura y su humanidad años después. No me sucedió lo mismo con Homero, Quevedo o Borges, que fueron deslumbrantes desde el principio.

En música siempre he disfrutado con Bach, y todavía me acuerdo con entusiasmo de algunos conciertos de Mozart o de Brahms en el Teatro Real, antes de que lo cerraran con las obras (debió de ser en los primeros 80). Recuerdo por ejemplo una estupenda Tercera de Brahms por Celibidache o a Friedrich Gulda tocando a Mozart y regalándonos después una propina de Thelonius Monk (la primera vez que oí jazz en mi vida).

Sin embargo, otros músicos llegaron más tarde. Sólo empecé a entrar en Bruckner al ponerme con la tesis, y fue con la conmoción de su Tercera, dedicada a Richard Wagner, cuando di el salto a la música del alemán. Comencé con Tahhäuser y el Holandés, y de ahí pasé a Lohengrin, todas ellas asequibles, con momentos gloriosos. Ahora llevo años entusiasmado con el Anillo, y todavía no he entrado ni en Tristán ni en Parsifal (según los entendidos, el non plus ultra).

Es verdad que cada audición es diferente y que la buena música siempre sorprende pues, en cierta medida, hace nuevas todas las cosas. No en vano, cada vez que la escuchamos somos en algo diferentes. Sin embargo, como el primer beso, el primer encuentro serio con una obra es siempre inolvidable. Por eso sigo con el Anillo sin ninguna prisa, en la certeza de que me queda un maravilloso camino por recorrer en esta vía iniciática, donde me aguardan espléndidas sorpresas.

[Por cierto, una buena manera de entrar en el Anillo es comprarse el CD de la famosa conferencia de Deryk Cooke, ilustrada con pasajes del Anillo de Solti. En la tienda del Teatro Real también tienen una versión en español]

Bayreuth

Un año más, hoy principia el Festival de Bayreuth. Comienza con una versión de los Maestros Cantores (para mí, el humor wagneriano es un arcano) en la que lo que más llama la atención es la escenografía de la bella bisnietísima Katharina Wagner, hija del actual factotum Wolfgang. Si triunfa, la joven walkiria será la heredera del tinglado, pero si se repiten las malas críticas recibidas en otros lares...

Por lo demás, este año no parece haber nada nuevo que llame la atención. Vuelve Thielemann con el Anillo del año pasado, que no estuvo nada mal (con un Sigfrido sin West, qué pena), y luego habrá un Tanhäuser con Christoph Ulrich Meier un director desconocido, adjunto de Barenboim (y ¡de 1968 as myself!), que entra en escena por la "espantada" del inicalmente previsto Fabio Luisi.

¿Cómo conseguir entrada? La vía ordinaria es apuntarse a la lista de espera del propio Festival, que tiene una liturgia bastante germánica: siete años rechazando la petición de uno y a partir del octavo se produce el milagro. Luego están la vía plutocrática y la conseguidora, pero esas carecen de interés.

Como alternativa, siempre nos quedará (mientras los guardianes de la corrección política no lo impidan, todo se andará) el puntual seguimiento del Festival por Radio Clásica, cada día a las cuatro de la tarde.


[Sobre Santiago se ha escrito un
artículo espléndido, y lo único que a uno le queda pedir al Apóstol que ruegue por España y por nosotros.]