09 agosto 2006
Urge leer a Flannery
Supe de ella, una vez más, por Aceprensa. Me llamó la atención la referencia a una escritora norteamericana de mediados del siglo pasado (1925-1964), católica, aquejada de una extraña y grave enfermedad, lectora cotidiana de la Summa Teológica y autora de un par de novelas, algunas decenas de relatos cortos y un epistolario. Leí varios de esos relatos y me gustaron, algunos mucho, aunque sin entusiasmarme ninguno. Luego me hice asiduo lector de Compostela, y constaté el fervor que Arp profesa por Flannery. Aquí tiene que haber algo más, me dije.
Así que, siguiendo el consejo del este amigo y guía virtual, la primera lectura de estas vacaciones ha sido precisamente su epistolario, “El hábito de ser” (The habit of being). Lo empecé con el mes y lo he terminado, con emoción, esta madrugada. Recoge la gran mayoría de sus cartas, desde la primera, de 19 de junio de 1948, en la que busca agente literario hasta la que escribió el 28 de julio de 1964, seis días antes de morir con 39 años. Mientras leía las cartas he ido intercalando las lecturas de los principales relatos a los que en ellas hacía referencia (“Un hombre bueno es difícil de encontrar”; “El negro artificial”; “La buena gente del campo”o “El templo del Espíritu Santo”).
El resultado ha sido conmovedor. No voy a contar mucho al respecto, porque ya lo hace Arp mucho mejor que yo. Simplemente diré que su fe; su razonada pertenencia a la Iglesia; su sentido del humor (he soltado auténticas carcajadas); su carácter; su genio; su fortaleza; su delicadeza; su atención a los demás; su llevanza de la cruz como yugo suave (el padecimiento heroico, sin una sola queja a lo largo de los años, de una enfermedad terrible y las virtudes que de ella supo sacar para su vocación literaria); y su amor sin fisuras a Jesucristo me hacen creer que era santa. Soy consciente de que en estos temas nuestra Santa Madre Iglesia nos invita a ser especialmente cautos, pero de verdad así lo pienso (de hecho, ya hay quien reza “Santa Flannery de Milledgeville, ora pro nobis”).
Urge leer a Flannery. Ahora bien, ojo con dejarse llevar por los clichés (escritora gótica sureña, con gusto por lo grotesco), o por las referencias políticamente correctas de sus editores en español. Hay que leerla sin prejuicios y formarse opinión propia al respecto. Lo mejor es empezar por las cartas y luego sumergirse en su literatura. Vale la pena.
Hoy celebramos la memoria de otra gran mujer, Edith Stein (Teresa Benedicta de la Cruz), filósofa discípula de Husserl, judía conversa al catolicismo, que ingresó en el Carmelo y murió en el campo de concentración de Auschwitz. Juan Pablo II Magno (¡santo subito!) la canonizó y la proclamó Patrona de Europa. En la misa de hoy pediré a la santa por España, por Europa (¡sé tú misma!) y también por Flannery, aunque, como ya digo, creo que fue al cielo como un cohete y allí estará, riéndose a carcajadas, con Santo Tomás.
Y en homenaje a ella, he cambiado el Macallan por el Jack Daniels en mis noches estivales.
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2 comentarios:
Gracias por el "link" (soy el padre con la hija).
Me alegre mucho saber que la obra de Santa Flannery, especialmente "El hábito de ser," está conocida en el mundo hispanohablante, que ha producido tantos grandes escritores.
Yo ya pedí sus libros... A ver cómo funciona el correo en agosto.
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