12 marzo 2007

Neófitos

Me da envidia cuando alguien se inicia con Beethoven o con el mismo Bruckner, por todo lo que le queda por descubrir y por disfrutar. El gozo que se siente al conocer una obra y re-escucharla infinidad de veces quizás sea más pleno, pero el descubrimiento tiene dichas que, por definición, luego no vuelven a darse. Bien es cierto que cuando uno se va adentrando, siempre le quedan novedades por descubrir, ya sean obras todavía no "trabajadas" (en mi caso las misas del bueno de D. Anton, el Tristán o el Parsifal de Wagner) o redescubrimientos felices, pero el inicio-inicio es incomparable.

A mí me está pasando algo así con la poesía. Acabo de descubrir a Claudio Rodríguez, desde cero. Leyendo sus poemas me encuentro con versos como éstos:

...Ciegos para el misterio
y, por lo tanto, tuertos
para lo real, ricos sólo de imágenes
y sólo de recuerdos...

Supongo que más adelante otros los sustituirán, o que la lectura de estos mismos me seguirá deleitando, pero su lectura por vez primera ha sido impresionante, histórica.

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