Cada vez me convenzo más de que que ésta es la verdadera dialéctica de la política, mucho más profunda que la distinción, ya casi obsoleta, entre derechas e izquierdas.
La Revolución, con mayúscula, fue la francesa, origen de la gran mayoría de nuestros males. Afortunadamente el revisionismo se está imponiendo hoy hasta en la propia Francia. Al margen del clásico de Gaxotte, de la caña que Chaunu dio al bicentenario, del conocido libro de Furet y de los trabajos (algunos traducidos) del genial Jean Sévillia (¡cómo quieren a España los franceses católicos!), acaba de aparecer un libro con un pintón, Le livre noir de la Révolution Française, que será, espero, una de mis lecturas veraniegas (en España todavía no nos acabamos de enterar, aunque hay un buen artículo aquí).
Pero revolucionario, con minúscula, es también todo movimiento tendente a la subversión del orden establecido, a la aniquilación de los valores tradicionales sobre los que se ha asentado la civilización occidental y a su sustitución por una política de ingeniería social, por unos nuevos paradigmas "de laboratorio", contrarios a la naturaleza humana y fruto del pensamiento de unos personajes, generalmente mediocres, y frecuentemente marcados por lacras personales (los intelectuales que retratara Paul Johnson).
Ni que decir tiene que Zapatero es revolucionario hasta las cachas, como toda la masonería y como el Lassalle ese del PP, que regaña a María San Gil y que ahora parece el ideólogo de la cosa.
¿Y Rajoy qué es? Un buen aficionado al ciclismo.
17 julio 2008
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6 comentarios:
Para mi el mejor sin duda es el contemporáneo "Memorias para la historia del jacobinismo" del Abate Barruel. Creo que la última edición en castellano es de mediados del s xix. Pero curiosamente se reedita periodicamente en italiano, francés, alemán y tengo una edición de hace un par de años en inglés.
En una época en que sonaba todavía bien el eco de la Francesa y se escuchaba el preludio de la Rusa, Chesterton (Ortodoxia, VII) habló de "la revolución eterna" y bajo el disfraz de las modernas descubrió el trasfondo verdadero de la auténtica revolución: "Podréis mudar el término proyectado del viaje, pero nunca el sitio de partida. Para el ortodoxo siempre hay tema de revolución, desde que, en los corazones de los hombres, Dios yace bajo las pisadas de Satanás... Para el ortodoxo la revolución es posible siempre, porque es una restauración... Ni la costumbre más petrificada, ni la más fugitiva evolución pueden impedir que el bien original haya sido el bien".
Ese punto de partida, considerado en estos tiempos del infame y del idéologo, puede servir de consuelo en la esperanza...
Acabo de meter en mi espacio un intresante diálogo entre dos contrarrevolucionarios (un católico y un judío). Por cierto, os recomiendo el libro de donde lo he sacado. Nada igual desde Bernanos, sin exagerar.
Aunque parezca que no tiene nada que ver, para mí, últimamente han sido contrarrevolucionarias las declaraciones -emocionantes- de Ingrid Bethancourt, dando en primer lugar las gracias a Dios y a la Virgen por su liberación. Así como las que le siguieron del Presidente Uribe, q.D.g, sobre el mismo acontecimiento. En el continente que vio nacer a Bolívar y compañía, me han conmovido profundamente la fuerza y la fe de esta mujer increíble. Y también me ha sublevado el silencio que se cortaba de los medios de comunicación occidentales, cercenando descaradamente esas primeras palabras.
Estoy de acuerdo en que la contrarrevolución no se va a operar con gente como Rajoy, de ahí que el otro día escuchando a Aznar en Telemadrid me invadiera una vaga sensación de nostalgia...
Ojalá que Ingrid termine así, Verónica, porque parece que en sus inicios no era precisamente contrarrevolucionaria.
Lo mejor de la vida es que siempre puede uno rectificar hasta el último momento, y que nada es irremediable (la Confesión). Lo peor, que siempre habrá agoreros que se dediquen a airear los trapos sucios de un tal vez no muy ejemplar pasado. Repito lo dicho: increíble mujer.
Mejor que no husmeemos en el pasado de muchos personajes considerados hoy día ejemplares. En cualquier caso, a mí no me escandaliza: muchos santos empezaron así. Me quedo con la frase de San Pablo: "Dios me libre de gloriarme sino en la fe de mi Señor Jesucristo" (lo que viene a decir que aquí nadie puede creerse mejor que los demás). O también: "El que esté libre de pecado...".
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