Tarde lluviosa en Madrid. Merodeo por la biblioteca (siempre pendiente de ser ordenada) y me encuentro con Conrad. Como a tantos otros, llegué a él a través de Borges, y lo leí con entusiasmo. Lord Jim, Juventud, De vuelta al mar (en una excelente traducción de un jovencísimo Javier Marías: el pluscuamperfecto inglés de Conrad me supera en no pocas ocasiones), Los duelistas, y El corazón de las tinieblas, me fascinaron. Pero, pasados los años, lo que más perdura en mí de él no es toda esa literatura, sino un "ensayo" sobre el arte camuflado de prólogo a una obra suya que considero menor.
La obra no es otra que El negro del narcissus, una novelita que narra la opresiva presencia de un enorme negro, antipático y enfermo, en una travesía de Bombay a Inglaterra, y su sofocante influjo sobre la tripulación y el viaje. Me gustaron más otras, pero tiene fragmentos que son Conrad en estado puro. Sin embargo, lo que se sale de lo normal es su prólogo, como digo, todo un ensayo acerca de la creación artística. Comienza nada menos que así:
"A work that aspires, however humbly, to the condition of art should carry its justification in every line. And art itself may be defined as a single-minded attempt to render the highest kind of justice to the visible universe, by bringing to light the truth, manifold and one, underlying its every aspect".
Y de ahí va in crescendo. ¿Por qué lo puso ahí? ¿era consciente de la profundidad de su pensamiento y de su capacidad especulativa, más allá de su creatividad literaria? Lo ignoro con perfección, pero os recomiendo que no os perdáis esta joya.
24 septiembre 2006
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2 comentarios:
Siempre con prisas, no te agradecí en su momento el enlace a Conrad. Magnífico.
Sí, así me lo parece. Si lees el libro entero, contrasta más aún la profundidad del prólogo.
Abrazos.
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