07 marzo 2007

Nueve veces la misma sinfonía

Decía Verónica en un comentario a una entrada anterior, que las malas lenguas acusaban a Bruckner de componer nueve veces la misma sinfonía. La crítica tiene gracia, aunque es evidente que su autor no ha entrado en el universo bruckneriano.

Sin embargo, la entrada de hoy no va del genial organista de San Florián, sino de esas palabras, sobre las que no he dejado de pensar. ¿Son en verdad una crítica? Parecería que sí, puesto que no hay que multiplicar entes sin necesidad. Sin embargo, mi naturaleza conservadora me lleva a extremos casi patológicos: a mí me parecen casi un halago. Puede que Bruckner compusiese siempre la misma sinfonía, pero ¡qué sinfonía!.

Además, ¿acaso Bach no compuso siempre la misma cantata? ¿no habrá escrito Tolkien siempre la misma novela? ¿no filmó Ford siempre la misma película? ¿no pintó Vermeer siempre el mismo cuadro? Más aún: ¿acaso el mismo Dios no es siempre Amor?

Lo verdadero es siempre uno.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy metafísica tu entrada, sí señor. El tema es tan apasionante que nos permitiría adentrarnos por vericuetos insospechados. Me temo que carezco de tiempo y de conocimientos para hincarle el diente a la cuestión.

No sé si la similitud de las nueve sinfonías brucknerianas, tendrá o no que ver con la unidad del ente aristotélica. Doctores tiene la Iglesia que nos podrán ilustrar al respecto. Les interpelo desde aquí a que nos enriquezcan con sus aportaciones.

Lo que sí sé es que, aun observando la unidad interna que late bajo las películas de Ford, las cantatas de Bach, o incluso, las sinfonías beethovenianas, todas gestadas al fin por el mismo genio creador, yo sí que aprecio sus claras diferencias, y me gustan más unas que otras.

Como no me he atrevido todavía con Bruckner, me abstengo de opinar. En la entrada anterior, me limitaba a hacerme eco del juicio emitido por una persona a la que aprecio enormemente por su inteligencia, bondad y sensibilidad. Católico como el mismo Bruckner, para más señas. Un saludo muy cordial.

Anónimo dijo...

Sólo conozco una sinfonía de Bruckner (la nº 5), que escuché hace apenas dos meses en directo. A pesar de que me habían "prevenido", igual que a Verónica, me gustó mucho. Claro que yo no entiendo de música y me limito a sentirla (con emoción, agrado, indiferencia o desagrado). Y Bruckner me agradó.

Ahora, esa consideración conservadora tuya no sé yo. La Creación es tan monumental que uno le pide a un "recreador" que diga mucho y no que repita algo, por bello y cierto que sea. No lo digo por Bruckner, pobre, que además me cayó muy bien al leer el programa de mano. Lo digo por filosofar un poco y por escribir aquí, ya que suelo leerte.

Dal dijo...

Carlos, gracias por tu entrada y bienvenido. Yo también te leo.

La 5ª de Bruckner es de las más "duras", así que si te gustó, vaticino que el resto te gustará más aún. Te sugiero la 4ª y la 7ª para empezar.

Mi consideración era deliberadamente reduccionista. Por la vía del "claroscuro" trataba de criticar la "cronolatría" de la que hablaba Maritain (novedad por la novedad, sólo lo último es lo mejor). Creo que eso es propio de la modernidad, y de un deseo laico de inmortalidad (como yo muero, pervivo a través de mi creación). A los músicos de la Edad Media les importaba un bledo tomar piezas del músico de al lado, si les quedaba bien y con eso daban gloria a Dios. A Brucker, creo, le pasaba algo parecido (aunque fuera consigo mismo). Es más, no hubiera tenido problemas en no poner su nombre al pie de sus obras, y que fueran de autor anónimo, como las medievales. De hecho, cada vez que alguien le hacía una sugerencia y le decía que tenía que cambiar algo, lo hacía sin problemas.

Anónimo dijo...

Hablando de todo un poco, no he podido evitar recordar al leer tu entrada la enorme novela de Paul Auster "El libro de las ilusiones" (que sé que te gustó mucho), y su paralelismo -manifestado ex professo- con las "Memorias de ultratumba" de Chateaubriand. En esta novela se plasma, en ese final deslumbrante, el deseo, metido tan dentro de nuestra entraña: el de inmortalidad.

Como Auster es uno de los "santones" de la corrección política, me ha hecho gracia lo del deseo laico de inmortalidad, aunque -como en el caso de esta novela- esté expresado con verdadera genialidad.

Lo de la cronolatría de Maritain, no lo conocía. Pero tiene que ver con el mito del progreso, de cariz marxista, que lleva a considerar que nuestro paso hacia el futuro constituye una evolución necesariamente hacia lo mejor. ¿No se parece esto un poco a la última campaña de Gallardón, titulada "¿Qué pasaría si nunca pasase nada?". Podías hacer una entrada sobre este tema.

Carlos RM dijo...

¡Vaya nivel! Respecto a lo que dices, Dal, sobre los «préstamos creativos», anoto esto de Francisco Pacheco tomado de su Arte de la Pintura (1649): «La invención procede de buen ingenio, y de haber visto mucho, y de la imitación, copia y variedad de muchas cosas, y de la noticia de la historia, y mediante la figura y movimiento de la significación de las pasiones, accidentes y afectos del ánimo, guardando propiedad en la composición y decoro en las figuras».

Dal dijo...

Espléndida cita. Importante la imitación. Algo de eso dicen Girard (creo), y mi amigo Javier Gomá, que ha publicado en Pre-Textos un libro titulado "Imitación y experiencia". Le han dado el Premio Nacional de Ensayo.

Jesús Sanz Rioja dijo...

Y Chuck Berry escribía siempre el mismo rock. (Lo siento, es que la música culta me supera)

Dal dijo...

Y Monk, Davis, Coltrane y Parker tocaban siempre el mismo jazz...