18 julio 2007

La brigada del amanecer

Hoy, sí sé por qué, me apetece transcribir este poema de Foxá:

LA BRIGADA DEL AMANECER

Subían con el alba...
como piratas de nocturnas voces,
-patillas y fusiles- encendidos,
odio en el dril y el corazón saltando.
Cercaban las angustias de las casas,
la intimidad de lechos y de alcobas,
y ya era la escalera
cascada de palabras y de luces.
Y el ascensor, posándose en su hueco,
como un grito que queda en la garganta.
Y un revolver de Cristos con alfombras,
de paños y juguetes, libros, rosas,
espadas de panoplia, con marfiles.
Y allí la ropa tenue, blanca o rosa,
de la muchacha, con olor a novia.
Y el tiragomas del hermano muerto,
la almohada de la niña con su lazo,
la sábana nupcial, y la vitrina
con abanicos de óperas antiguas;
la violeta secada en la novela,
el rizo, el primer diente en orla de oro,
los lentes del difunto padre, helados
con el vago recuerdo de sus ojos.
¡Todo -furia infernal- todo lo tierno
se rompía en sus dedos sin pasado!
Asesinaban los borrosos muertos,
supervivientes en pequeñas cosas.
Rasgaban con las duras bayonetas
los lienzos con las Vírgenes pintadas,
las copias, inocentes, de Murillo,
cuyos corderos presidieron sueños,
fiebres, suspiros, besos y agonías.
Era la horda cargada de intemperie
fumando en un balcón de Reyes Magos
junto a la palma de un domingo antiguo.
Se llevaban al pálido muchacho
(de latín y de novia), y la escalera
repetía el sollozo de la madre
ululando en la noche sin faroles.
Y abajo estaba el auto, y la siniestra
sonrisa del "paseo" hacia la muerte.
Hacía un polvo y un yeso de cipreses,
para tirar en un solar la carne
que abrigaron la madre las hermanas,
para llenar de hormigas una boca
que bebió dulce leche y tibios besos.
Era la horda del alba, la manchada
y descompuesta y verde; entre dos luces,
entre luna y aurora, con la sangre
como un aceite sobre el mono infame.
¡Brigada de las tres de la mañana!
¡Maldita seas, enemiga nuestra!
Violadora de cándidos secretos,
cuando el reloj del comedor sonaba
evocando las cenas familiares.
¡Las casas sin honor y sin recuerdos
maldicen vuestra sangre vagabunda!


A 500 metros de mi casa está la fosa común de los mártires de Aravaca, donde yacen los restos de multitud de civiles asesinados en el Madrid republicano. Entre ellos, Ramiro de Maeztu. Y yo sin enterarme hasta hace poco. Con mis hijos no me pasa.

5 comentarios:

Jesús Sanz Rioja dijo...

Muy oportuno.

Alfaraz dijo...

En Aravaca están -entre otros- dos Ramiros; Maeztu y Ledesma. También un carmelita ya beatificado y varios salesianos a la espera. En total unos 800 que decidieron no llevar a Paracuellos. Las otras víctimas de la Desmemoria Histórica.
"Sombras son estos hombres/Que aún palpitan tras las malezas de la tierra" L. Cernuda

A partir de ahora seguiré Codalíes.

LFU dijo...

Buena entrada DAL, que me da pie a recordar esa genial "Melancolía del desaparecer" de Foxa, poeta, aristócrata, falangista y atrabiliario, pero genio siempre, que tan poca atención merece en la España de hoy:

Y pensar que, después que yo me muera,
Aún surgirán mañanas luminosas,
Y que bajo un cielo azul, la primavera,
Indiferente a mi mansión postrera,
Encarnará en las sedas de las rosas.

Y pensar que, desnuda, azul, lasciva,
Sobre mis huesos danzará la vida.
Y que habrá nuevos cielos de escarlata,
Bañados por la luz del sol poniente,
Y noches llenas de esa luz de plata,
Que inundaba mi vieja serenata,
Cuando aún cantaba Dios bajo mi frente.

Y pensar que no puedo en mi egoísmo
Llevarme el sol ni el cielo en mi mortaja,
Que he de caminar yo solo hacia el abismo
Y que la luna brillará lo mismo
Y yo no la veré desde mi caja.

Agustín de Foxa

Un abrazo

LFU

Juan Manuel Macías dijo...

Había leído "Madrid, de corte a checa", pero no conocía nada de la poesía de Foxa. Muchas gracias. Soberbios ambos poemas, tanto el de la entrada como el que cita LFU.

Dal dijo...

Pues si estos poemas te han gustado, Juan Manuel, tampoco debes perderte el de los pescados muertos que colgué aquí el año pasado.