Espoleado por Enrique, os diré que este prolongado silencio no tiene especial excusa. Trabajo, sí, ha habido, pero tampoco ha faltado tiempo para algunas líneas. Ahora estoy en un avión, dirigiéndome a mi anual congreso de arbitraje en Miami, y me he acordado en de mi anterior viaje a Ecuador, Bolivia y Argentina. Os sigo contando.
Después de Quito fuimos, en nuestro particular road show, a Santa Cruz (Bolivia), la provincia díscola con este aparente pobre hombre y en realidad peligroso personaje que es Evo Morales. Allí nadie estaba especialmente interesado en el tema de nuestras conferencias. El taxista que nos llevó al hotel, los empleados del mismo, los camareros y, desde luego, todos los asistentes al evento en que participé, sólo tenían una preocupación: saber qué información y qué opinión tenía la opinión pública internacional sobre sus problemas, sobre “lo que está pasando aquí”. Bolivia está partida en dos por una imaginaria línea vertical: el altiplano, indigenista con el gobierno de La Paz (“descansó en La Paz, Bolivia, del Señor”, que diría Foxá) al oeste, y la parte baja, con Santa Cruz como centro económico, Pando, y otras provincias, al este. Evo envía masas de indígenas a presionar a las puertas de esas ciudades para someterlas a su dictadura indigenista. Y los santacruceños estaban casi llamando a las armas para resistir. Ahora parece que la situación está más calmada, pero entonces creíamos que nos cerraban el aeropuerto.
Así las cosas, comprenderéis que a nadie le interesaba el arbitraje de inversión o si procedía o no la denuncia del Tratado de Washington. Evo, terrible. No he podido contrastarlo en los textos, pero según me contaban los de allí, su nuevo programa político pasa por quitar a los padres la patria potestad de los hijos a los doce años, para dársela al Estado; o por llenar cualquier habitación vacía de cada casa particular con un indígena sin techo, aboliendo la propiedad privada de facto.
Hay veintitantas razas autónomas, con veintitantas lenguas oficiales, todas ellas sometidas a discriminación positiva: preferencia para la ocupación de cargos en la Administración y para la recepción de ayudas públicas. Por supuesto, todo lo que huela a colonizadores, religión católica incluida, es rechazado acríticamente. Y lo mejor es que se ha hecho del indigenismo algo parecido a la ideología de género: como el sexo, el indigenismo es ahora en Bolivia una opción. Cada uno puede “sentirse” quechua, aymara o guaraní y, cómo no, pasar a serlo mediante la oportuna inscripción. Entonces, se puede beneficiar de todas esas prebendas. Obviamente, previa negación de su pasado y su de tradición, y sometiéndose a los dictados este sátrapa que cuenta, cómo no, con la ayuda del gorila Chávez y, cuando menos, con el beneplácito de nuestro gobierno.
Me pasó algo parecido en mi anterior viaje a Caracas, aunque aquí la situación es aún más preocupante. De un lado, lo que hay ahora es deplorable, un mix de marxismo y astracanada. Pero de otro, estos lodos han sido traídos por los polvos de una clase política corrupta hasta el tuétano, que no ha sido capaz de hacer nada por una población inmersa en la pobreza e hipnotizada por la televisión.
Comprenderéis que no me fuera de allí muy contento, y que no me apeteciera mucho escribir.
09 noviembre 2008
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2 comentarios:
Puies es una alegría que vuelvas a escribir: tus crónicas de viajes son muy buenas.
Amigos les dejo una página interesante, que pone en claro las redes y
tramas de intereses que escapan al bienestar de los vecinos en el municipio
de Santa Cruz de la Sierra, una de las ciudades mas prósperas de nuestro
vecino país Bolivia.
Visiten este blog y estos vecinos merecen un premio por el bien de esa ciudad:
http://www.laciudaddigital.blogspot.com/
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