El viernes quebranté una de mis normas inquebrantables y fui a ver una película de cine español. No había leído ninguna de las entregas de la serie de Pérez Reverte, simplemente por coste de oportunidad (¡hay tantas otras cosas en el mundo!), pero algunas críticas no del todo malas de gente de la que me fío me animaron a dar el paso.
La película tiene muchos defectos, pero tiene también algunas virtudes. Entre los primeros, el ataque sistemático (¡cómo no!) a todo lo religioso: los clérigos todos malos malísimos y afeminados, contratando sicarios y provocando suicidios; y la gente de a pie, con un nihilismo cuasi sartriano (¡en el Siglo de Oro!). Y por supuesto, en el tesón por conquistar Flandes no aparece para nada la cuestión de la fe, sino que se atribuye a un simple empecinamiento de Olivares. Como de costumbre, impresentable. Otros defectos son el guión (se juntan todas las historias de Reverte, y va de salto en salto) y algunas de las interpretaciones. Entre las virtudes: Mortensen resulta creíble, el vestuario, la ambientación y la fotografía son francamente buenas, y la banda sonora es incluso muy buena. Además, Díaz-Yanes es un buen director y tiene oficio. Desde luego, la película no aguanta la comparación con la espléndida Master and commander de Peter Weir pero, globalmente considerada, tiene un pase.
Sin embargo, la indiferencia de Alatriste por el lucro o por la dimensión económica de sus acciones (cambiando un collar valioso por una baratija para su amada, enfrentándose a muerte con un amigo por no detraer un botín); el respetuoso pero a la vez orgulloso trato con sus superiores; su rechazo por la mentira, su laconismo y sus silencios; y sobre todo la negativa de su tercio, diezmado y moribundo, a rendirse a los franceses, pese a la generosa oferta que les es realizada ("somos un tercio español"), me emocionaron, a pesar de los pesares anteriores.
La conclusión que saco es ésta: a pesar de la LOGSE o la LOE ahora y de la EGB antes, tenemos un pasado con muchas más luces que sombras, del que sentirnos orgullosos; y nadie nos lo ha dicho. Por eso, a nada que entre el ataque sistemático y la caricaturización, se cuela por una rendija un destello que deja entrever lo que fuimos, renace la emoción.
A lo mejor no todo está perdido.
23 octubre 2006
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3 comentarios:
Pues voy a tener que saltarme yo también la regla inquebrantable...
Comparto contigo las virtudes que resaltas aunque, añadiría, Mortensen resultaría más creíble si le hubieran doblado. Mi coste de oportunidad me llevó, al contrario que a ti, a leer los libros de Pérez Reverte, con lo que la desilusión ante la peli, quizá, ha sido mayor....Pero, finalmente, ante el "somos un tercio español", salí con renovadas ganas de reconquistar el mundo.....
Debemos ser el único país del mundo que vea con desprecio su pasado. Mucha culpa de esto lo tienen algunos republicanos de los años 30, que cambiaron la bandera tradicional por la tricolor, como símbolo de otra España moderna y socialista, opuesta a lo que un día fue el Imperio Español.
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