En su entrada de hoy, el lúcido Enrique viene a decir que, pese a que participa en manifestaciones a favor de la víctimas del terrorismo y en contra de la política errática del Solemne, no termina de verse en ellas. Es normal, a mí y a muchos otros nos pasa lo mismo.
Sin embargo, creo que la explicación que da Enrique de esa incomodidad que tantos sentimos, quizás no sea la correcta. No me parece que la cuestión sea si masa o individuo. Las masas, benditas masas si se trata de una misa en San Pedro o de un encuentro de los jóvenes con el Papa, como el que tuvimos hace unos años con (San) Juan Pablo II en Cuatro Vientos.
A mi juicio, la causa última de la incomodidad apuntada está en nuestra fe. Como sucede con tantas otras cosas de este mundo post-cristiano, las manifestaciones son sucedáneos laicos de tradiciones católicas llenas de sentido. Para pedir algo ("reivindicar" en la teminología de las manifestaciones), los católicos propiamente no nos manifestamos, sino que sacamos a la Virgen o a los Santos en procesión.
La manifestación es siempre algo ridícula: se va de un sitio a otro coreando eslóganes, se termina oyendo un discurso y se disuelve uno. Por el contrario, en la procesión también vamos de un sitio a otro, pero tiene todo el sentido: nos recuerda nuestra condición de peregrinos en este mundo y simboliza el paso de la Jerusalén terrena a la Jerusalén celestial (¡qué bellísimas lecturas apocalípticas de las de las misas de estos días de fin de año litúrgico!). Cuando nos manifestamos, en definitiva, estamos haciendo algo que no nos es propio.
Algo parecido sucede con los también ridículos minutos de silencio (¿para qué?). Para nosotros el silencio no es un fin en sí mismo, sino un medio para entrar en oración, que es siempre diálogo con Alguien.
Por eso, yo siempre aprovecho los minutos de silencio de apoyo a las víctimas, para rezar el Salmo: Señor, confunde a nuestros enemigos...
02 diciembre 2006
30 noviembre 2006
Natividad
Estamos de suerte con el cine. Además de El Gran Silencio se estrena también Natividad, sobre la infancia de Jesús. Dicen que está muy bien aquí y aquí.
Para ir a verla con los niños en Navidad, evitando con ello al pesado de Papá Noel o la (pen)última ñoñería new age.
Contra la desesperanza
A salto de mata, he podido terminar de leer la Instrucción Pastoral. Tendría algunas objeciones menores (de matiz) a dos o tres puntos, pero pese a ello no le privo de la calificación de sobresaliente. De momento, os transcribo un pequeño fragmento en el que los obispos nos ponen en guardia contra la desesperanza que podemos sentir los católicos, con la que está cayendo. Me ha ayudado mucho:
"La desesperanza. Para muchos cristianos, la desesperanza es una verdadera tentación, una auténtica amenaza. Es cierto que hay muchas dificultades, en la Iglesia y en el mundo. Es cierto que la Iglesia y los cristianos hemos perdido mucha influencia en la sociedad y tenemos que afrontar duras situaciones de empobrecimiento. Pero también es cierto que Dios nos ama irrevocablemente; que Jesús nos ha prometido su presencia y su asistencia hasta el fin del mundo; que Dios, en su providencia, de los males saca bienes para sus hijos. La Iglesia y la salvación del mundo no son obra nuestra, sino empresa de Dios. No es el momento de mirar atrás añorando tiempos aparente o realmente más fáciles y más fecundos. No hay fecundidad sin sufrimiento. Dios nos llama a la humildad y a la confianza, seguros de que en nuestra debilidad actual se manifestará el poder de su gracia y de su misericordia. En la providencia misericordiosa de Dios nuestro Padre, las dificultades contribuyen también al bien de sus hijos: nos purifican, nos mueven al arrepentimiento y a la renovación espiritual. La cruz es el camino para la Vida. A nosotros toca secundar con humildad y fortaleza los planes de Dios y saber apreciar las nuevas iniciativas que surgen en la Iglesia como frutos del Espíritu y motivos para la esperanza. La Iglesia no pone nunca su esperanza ni encuentra su apoyo en ninguna institución temporal, pues sería poner en duda el señorío de Jesucristo, su único Señor".
No sé si Arp se animará a tratar de esta Instrucción Pastoral en su protoblog. Sería estupendo.
"La desesperanza. Para muchos cristianos, la desesperanza es una verdadera tentación, una auténtica amenaza. Es cierto que hay muchas dificultades, en la Iglesia y en el mundo. Es cierto que la Iglesia y los cristianos hemos perdido mucha influencia en la sociedad y tenemos que afrontar duras situaciones de empobrecimiento. Pero también es cierto que Dios nos ama irrevocablemente; que Jesús nos ha prometido su presencia y su asistencia hasta el fin del mundo; que Dios, en su providencia, de los males saca bienes para sus hijos. La Iglesia y la salvación del mundo no son obra nuestra, sino empresa de Dios. No es el momento de mirar atrás añorando tiempos aparente o realmente más fáciles y más fecundos. No hay fecundidad sin sufrimiento. Dios nos llama a la humildad y a la confianza, seguros de que en nuestra debilidad actual se manifestará el poder de su gracia y de su misericordia. En la providencia misericordiosa de Dios nuestro Padre, las dificultades contribuyen también al bien de sus hijos: nos purifican, nos mueven al arrepentimiento y a la renovación espiritual. La cruz es el camino para la Vida. A nosotros toca secundar con humildad y fortaleza los planes de Dios y saber apreciar las nuevas iniciativas que surgen en la Iglesia como frutos del Espíritu y motivos para la esperanza. La Iglesia no pone nunca su esperanza ni encuentra su apoyo en ninguna institución temporal, pues sería poner en duda el señorío de Jesucristo, su único Señor".
No sé si Arp se animará a tratar de esta Instrucción Pastoral en su protoblog. Sería estupendo.
29 noviembre 2006
Instrucción pastoral
Aquí está la tan esperada Instrucción Pastoral de la Conferencia Episcopal sobre Orientaciones morales ante la situación actual de España. Como siempre, conviene leerla despacio y desconfiar de cualquier cita periodística que de ella se haga.
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