Otro año más, no está de más recordar este poema de Foxá:
LA BRIGADA DEL AMANECER
Subían con el alba...
como piratas de nocturnas voces,
-patillas y fusiles- encendidos,
odio en el dril y el corazón saltando.
Cercaban las angustias de las casas,
la intimidad de lechos y de alcobas,
y ya era la escalera
cascada de palabras y de luces.
Y el ascensor, posándose en su hueco,
como un grito que queda en la garganta.
Y un revolver de Cristos con alfombras,
de paños y juguetes, libros, rosas,
espadas de panoplia, con marfiles.
Y allí la ropa tenue, blanca o rosa,
de la muchacha, con olor a novia.
Y el tiragomas del hermano muerto,
la almohada de la niña con su lazo,
la sábana nupcial, y la vitrina
con abanicos de óperas antiguas;
la violeta secada en la novela,
el rizo, el primer diente en orla de oro,
los lentes del difunto padre, helados
con el vago recuerdo de sus ojos.
¡Todo -furia infernal- todo lo tierno
se rompía en sus dedos sin pasado!
Asesinaban los borrosos muertos,
supervivientes en pequeñas cosas.
Rasgaban con las duras bayonetas
los lienzos con las Vírgenes pintadas,
las copias, inocentes, de Murillo,
cuyos corderos presidieron sueños,
fiebres, suspiros, besos y agonías.
Era la horda cargada de intemperie
fumando en un balcón de Reyes Magos
junto a la palma de un domingo antiguo.
Se llevaban al pálido muchacho
(de latín y de novia), y la escalera
repetía el sollozo de la madre
ululando en la noche sin faroles.
Y abajo estaba el auto, y la siniestra
sonrisa del "paseo" hacia la muerte.
Hacía un polvo y un yeso de cipreses,
para tirar en un solar la carne
que abrigaron la madre las hermanas,
para llenar de hormigas una boca
que bebió dulce leche y tibios besos.
Era la horda del alba, la manchada
y descompuesta y verde; entre dos luces,
entre luna y aurora, con la sangre
como un aceite sobre el mono infame.
¡Brigada de las tres de la mañana!
¡Maldita seas, enemiga nuestra!
Violadora de cándidos secretos,
cuando el reloj del comedor sonaba
evocando las cenas familiares.
¡Las casas sin honor y sin recuerdos
maldicen vuestra sangre vagabunda!
18 julio 2008
17 julio 2008
Revolución - contrarrevolución
Cada vez me convenzo más de que que ésta es la verdadera dialéctica de la política, mucho más profunda que la distinción, ya casi obsoleta, entre derechas e izquierdas.
La Revolución, con mayúscula, fue la francesa, origen de la gran mayoría de nuestros males. Afortunadamente el revisionismo se está imponiendo hoy hasta en la propia Francia. Al margen del clásico de Gaxotte, de la caña que Chaunu dio al bicentenario, del conocido libro de Furet y de los trabajos (algunos traducidos) del genial Jean Sévillia (¡cómo quieren a España los franceses católicos!), acaba de aparecer un libro con un pintón, Le livre noir de la Révolution Française, que será, espero, una de mis lecturas veraniegas (en España todavía no nos acabamos de enterar, aunque hay un buen artículo aquí).
Pero revolucionario, con minúscula, es también todo movimiento tendente a la subversión del orden establecido, a la aniquilación de los valores tradicionales sobre los que se ha asentado la civilización occidental y a su sustitución por una política de ingeniería social, por unos nuevos paradigmas "de laboratorio", contrarios a la naturaleza humana y fruto del pensamiento de unos personajes, generalmente mediocres, y frecuentemente marcados por lacras personales (los intelectuales que retratara Paul Johnson).
Ni que decir tiene que Zapatero es revolucionario hasta las cachas, como toda la masonería y como el Lassalle ese del PP, que regaña a María San Gil y que ahora parece el ideólogo de la cosa.
¿Y Rajoy qué es? Un buen aficionado al ciclismo.
La Revolución, con mayúscula, fue la francesa, origen de la gran mayoría de nuestros males. Afortunadamente el revisionismo se está imponiendo hoy hasta en la propia Francia. Al margen del clásico de Gaxotte, de la caña que Chaunu dio al bicentenario, del conocido libro de Furet y de los trabajos (algunos traducidos) del genial Jean Sévillia (¡cómo quieren a España los franceses católicos!), acaba de aparecer un libro con un pintón, Le livre noir de la Révolution Française, que será, espero, una de mis lecturas veraniegas (en España todavía no nos acabamos de enterar, aunque hay un buen artículo aquí).
Pero revolucionario, con minúscula, es también todo movimiento tendente a la subversión del orden establecido, a la aniquilación de los valores tradicionales sobre los que se ha asentado la civilización occidental y a su sustitución por una política de ingeniería social, por unos nuevos paradigmas "de laboratorio", contrarios a la naturaleza humana y fruto del pensamiento de unos personajes, generalmente mediocres, y frecuentemente marcados por lacras personales (los intelectuales que retratara Paul Johnson).
Ni que decir tiene que Zapatero es revolucionario hasta las cachas, como toda la masonería y como el Lassalle ese del PP, que regaña a María San Gil y que ahora parece el ideólogo de la cosa.
¿Y Rajoy qué es? Un buen aficionado al ciclismo.
16 julio 2008
Ignacio Peyró
Son ya varios los amigos que me invitan a seguir la pista de este joven escritor y periodista. Qué razón tienen.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)