El otro día, curioseando por Hiperión, me encuentro con un ejemplar de Hacia otra luz más pura. Lo conocía por su recopilación en 2001, pero no como tal libro. Leyéndolo, descubro poemas que me habían pasado desapercibidos. Entre otros, esta maravilla, que me parece antecente claro del anhelado e inédito Belinha, que el propio d'Ors nos leyó en la UFV y cuya publicación no llega, ¡ay!
ELOGIO DE LA IMPERFECCIÓN
Esa vieja cordura los desprecia.
Tontos, enfermos, locos, raros, poquita cosa:
piezas inacabadas.
.......................PPero a Él le sirven todos,
piedras de su Edificio. Algunas veces
los usa como piedras angulares
–véase el Evangelio– y otras veces con ellos
le hace a la Historia vados, aceras, jardincitos,
poyetes en que toman el sol los jubilados.
Nada se desperdicia. Ninguno queda fuera.
Quién sabe si por ellos, solamente por ellos,
siguen Aldebarán y el Cisne y la Vía Láctea
girando en el silencio de las noches. Quién sabe
si a ésos que tienen pájaros
en la cabeza, a aquéllos que están como una cabra,
a los que oyen campanas y nunca saben dónde,
a los que les han dado calabazas…
Él no los ha elegido como sus proveedores
de materiales para hacer sus primaveras.
04 abril 2008
03 abril 2008
¡Quién pudiera!
El Tertio millennio seminar on the free society fue fundado en 1992, con el objeto de estudiar la doctrina social católica. Sus promotores son unos absolutos desconocidos: nada menos que Michael Nowak, Rocco Buttiglione, el P. Richard John Neuhaus y un tal George Weigel. También lo promueve el P. Maciej Zieba OP, a quien de verdad no conozco, pero que debe de ser otro crack.
Cada verano reúne a una docena de estudiantes norteamericanos y a una veintena de estudianes de la Europa del este y los pone a dialogar sobre la materia bajo los auspicios de estos titanes. El encuentro se ve enriquecido con visitas a Częstochowa, Auschwitz, y a la tierra de Santa Faustina Kowalska (divina misericordia).
Me temo que no cualifico ni por procedencia, ni por edad, ni por tiempo disponible, pero ¡quién pudiera!
Cada verano reúne a una docena de estudiantes norteamericanos y a una veintena de estudianes de la Europa del este y los pone a dialogar sobre la materia bajo los auspicios de estos titanes. El encuentro se ve enriquecido con visitas a Częstochowa, Auschwitz, y a la tierra de Santa Faustina Kowalska (divina misericordia).
Me temo que no cualifico ni por procedencia, ni por edad, ni por tiempo disponible, pero ¡quién pudiera!
02 abril 2008
Tres años
Hoy se cumplen tres años del tránsito de (San) Juan Pablo II. Esta foto, según me dijeron, apareció inesperadamente al revelar un peregrino un carrete de fotos tomadas al pontífice en una audiencia ordinaria. Se non è vera, è ben trovata. Un buen vídeo recordando su fallecimiento y sus funerales, lo tenéis en esta nueva página religiosa, que promete. El estado de su proceso de beatificación, cómo no, en Zenit.
¡Santo subito!
01 abril 2008
Religión en libertad
Es el título de la nueva web sobre religión que ha visto la luz hace poco. Se hospeda en el portal de Libertaddigital (sobre el que tengo ciertos reparos), pero tiene buena pinta. De momento cuenta con un blog de Monseñor Sebastián, que últimamente está que se sale, y escriben Messori y Weigel.
No son precisamente malas cartas de presentación.
No son precisamente malas cartas de presentación.
30 marzo 2008
Bruckner, Blomstedt
Anoche, en Ibermúsica, Herbert Blomstedt y la Gustav Mahler Jugendorchester nos regalaron una estupendísima quinta de Bruckner.
Quizás porque la música es la más abstracta de las artes nos dice tanto, nos expresa lo inefable. Eso no sucede con el resto, que necesitan de algo concreto para “apoyarse”. La pintura descansa en el modelo, en los colores y en el lienzo –y cuando es abstracta la pifia, porque acaba desnaturalizándose–; la escultura necesita del material y de la forma; la arquitectura, etc. Incluso la literatura y su forma más alta, la poesía, están atadas a palabras y a conceptos. Cierto es que cuando es buena, toda obra de arte se transfigura y nos dice tanto: nos revela a nosotros mismos y pone de manifiesto nuestra naturaleza espiritual. Vamos, que nos recuerda que no somos lo mismo que la mosca del vinagre. Pero la música es la más privilegiada de las artes para estos menesteres y nos dice todo más directa e intensamente, porque no necesita de soporte. Por eso las páginas más bellas del católico Tolkien son las del Ainulindale, ese génesis musical.
Volviendo a lo de ayer, creo que a esa hora no habría nadie en el mundo más feliz que el octogenario Blomstedt, curtido en mil batallas, dirigiendo a esos casi ciento veinte brillantes jovenzuelos (no creo que ninguno superase la treintena) e interpretando juntos al grandísimo Anton. No había diferencias generacionales: todos eran uno. El final del cuarto movimiento fue intensísimo, Herbert flotaba, bailaba interpretando la partitura y la orquesta le respondía transida no como un conjunto de autómatas, sino como almas en perfecta sintonía con el maestro, sublimados por la potencia creativa y espiritual del genio de Amsfelden. Esa imbricación y esa entrega total al proyecto común de transmitir la belleza y la verdad de esa música tiene un nombre: comunión. Y su esencia no es ajena al concepto religioso de comunión de los santos. Todos estamos misteriosamente unidos en un todo superior que es más que la suma de las partes y que lejos de anular o cosificar a éstas, las hace más plenas.
Como veis, con Bruckner se me va la pinza. ¡Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios todopoderoso!
Quizás porque la música es la más abstracta de las artes nos dice tanto, nos expresa lo inefable. Eso no sucede con el resto, que necesitan de algo concreto para “apoyarse”. La pintura descansa en el modelo, en los colores y en el lienzo –y cuando es abstracta la pifia, porque acaba desnaturalizándose–; la escultura necesita del material y de la forma; la arquitectura, etc. Incluso la literatura y su forma más alta, la poesía, están atadas a palabras y a conceptos. Cierto es que cuando es buena, toda obra de arte se transfigura y nos dice tanto: nos revela a nosotros mismos y pone de manifiesto nuestra naturaleza espiritual. Vamos, que nos recuerda que no somos lo mismo que la mosca del vinagre. Pero la música es la más privilegiada de las artes para estos menesteres y nos dice todo más directa e intensamente, porque no necesita de soporte. Por eso las páginas más bellas del católico Tolkien son las del Ainulindale, ese génesis musical.
Volviendo a lo de ayer, creo que a esa hora no habría nadie en el mundo más feliz que el octogenario Blomstedt, curtido en mil batallas, dirigiendo a esos casi ciento veinte brillantes jovenzuelos (no creo que ninguno superase la treintena) e interpretando juntos al grandísimo Anton. No había diferencias generacionales: todos eran uno. El final del cuarto movimiento fue intensísimo, Herbert flotaba, bailaba interpretando la partitura y la orquesta le respondía transida no como un conjunto de autómatas, sino como almas en perfecta sintonía con el maestro, sublimados por la potencia creativa y espiritual del genio de Amsfelden. Esa imbricación y esa entrega total al proyecto común de transmitir la belleza y la verdad de esa música tiene un nombre: comunión. Y su esencia no es ajena al concepto religioso de comunión de los santos. Todos estamos misteriosamente unidos en un todo superior que es más que la suma de las partes y que lejos de anular o cosificar a éstas, las hace más plenas.
Como veis, con Bruckner se me va la pinza. ¡Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios todopoderoso!
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