Al finalizar, el Papa, con la precisión del teólogo y la emoción del melómano, nos regaló las siguientes reflexiones:
«Al echar un vistazo retrospectivo a mi vida, doy gracias a Dios por haberme puesto junto a la música, como una compañera de viaje, que siempre me ha ofrecido consuelo y alegría».
«Doy las gracias también a las personas que desde los primeros años de mi infancia me acercaron a esta fuente de inspiración y de serenidad».
«Estoy convencido de que la música ... es verdaderamente el lenguaje universal de la belleza»
«Este lenguaje es capaz de unir entre sí a los hombres de buena voluntad en toda la tierra y de llevarles a alzar la mirada hacia lo Alto para abrirse al Bien y a la Belleza absolutos, que tienen su manantial último en el mismo Dios».
«Quienes unen música y oración en la alabanza armoniosa y de sus obras: ayudan a glorificar al Creador y Redentor del mundo, que es obra maravillosa de sus manos».
«Que la grandeza y la belleza de la música os puedan dar también a vosotros, queridos amigos, una nueva y continua inspiración para construir un mundo de amor, de solidaridad y de paz».
Amén.