02 noviembre 2006

Día de difuntos

En el día de hoy, me acuerdo de estos estupendos versos de J.L. Martín Descalzo y compruebo que no sólo J.M. Ibáñez Langlois aúna la condición de presbítero y poeta (por no remontarme al Siglo de Oro).

Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.

Acabar de llorar y hacer preguntas,
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz , la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura

3 comentarios:

Enrique Baltanás dijo...

Confieso no haberr leido nunca a Martín Descalzo. Ahora sé que me he perdido algo.

Bukowski dijo...

Los primeros cuatro versos son absolutamente increíbles. Pasan a mi lista de versos a recitar en cualquier parte.

Anónimo dijo...

A mí también me gusta mucho el Martín Descalzo poeta, más incluso que el periodista. Se ve que es alguien que ha sufrido mucho... Este poema que citas me remonta a nuestra mejor Poesía del Siglo de Oro (no en vano el autor es un enamorado de San Juan de la Cruz). Al igual que ese otro soneto, también del "Testamento del pájaro solitario", al que pertenece este terceto memorable: "Llego, dolor, adonde tú no alcanzas/ yo decido mi sangre y su espesura/ yo soy el dueño de mis esperanzas". Sirva este recuero de homenaje a un poeta olvidado, al que no se ha hecho justicia...