01 noviembre 2006

Sheldon Vanauken sigue buscando

Y continúa su correspondencia con el bueno de Clive Sinclair:

A C.S. Lewis (II)

He aquí mi dilema fundamental: No puedo creer en Cristo a menos que tenga fe, pero no puede tener fe a menos que crea en Cristo. Éste es “el salto”. Si ser cristiano es tener fe (y claramente es eso), puedo ir más allá: debo aceptar a Cristo para ser cristiano, pero debo ser cristiano para aceptarle. No tengo fe y todavía no creo; pero parece que el mundo dice: “Debes tener fe para creer”. ¿Y de dónde la saco? ¿O va a decirme Vd. algo distinto? ¿Hay alguna prueba? ¿Puede la Razón pasarle a uno el abismo... sin fe?

¿Por qué espera Dios tanto de nosotros? ¿Por qué exige este esfuerzo para creer? Si nos pusiera claro que Él es –tan claro como que el sol sale o como una piedra o como el llanto de un niño- ¿no sería bien gozoso optar por Él y por su ley? ¿Por qué en el recto ejercicio de nuestra libre voluntad ha de haber ese miedo a la falta de honradez intelectual?

Debo escribir más sobre el tema de mis “ganas de que sea verdad”, aunque admito que probablemente tenga ganas de una cosa y de la otra, y que mi deseo no me ayuda a resolver ningún problema. Su argumento de que Hitler y Stalin (y yo) se horrorizarían al descubrir un Maestro al que nada se le oculta es muy fuerte. De hecho, nada hay en el cristianismo que me repugne tanto como la humildad, el doblar la rodilla. Si yo llegara a saber por encima de la esperanza o la desesperación que el cristianismo es verdad, mi lucha en adelante sería ir contra el orgullo del : “me rompo pero no me doblo”. Y, aún así, ¿no aceptaría yo (y también Stalin) la humillación de un Maestro para escapar del horror de dejar de ser, de la nada, al morir? Además, el saber que Jesús era de verdad Señor no sería una mera noticia agradable que satisfaciera uno de nuestros raros anhelos. Sería arrollador: (a) que el Materialismo fuera tan falso como feo; (b) que algunas de las repugnantes predicciones formuladas por los marxistas, los freudianos, y las manipulaciones de los sociólogos no fueran reales (incluso aunque se produjeran); (c) que el crecimiento propio hacia la sabiduría no va a perderse, y (d) sobre todo, que la bondad y la belleza sobrevivirían. Y entonces desearía que fuera verdad y pienso que aceptaría cualquier humillación, con tal que lo fuera. Lo malo de desear que sea verdad es que miro con recelo cualquier impulso que siento hacia la fe, como derivado de las ganas; pero lo bueno es que el deseo sí da el salto. Así que, en adelante; he de seguir tan lejos como pueda.

De C.S. Lewis (II)

La contradicción “debemos tener fe para creer y debemos creer para tener fe” pertenece a la misma clase de aquellas con que los filósofos Eleáticos probaban la imposibilidad del movimiento. Existen muchas otras. No puedes nadar si no sabes mantenerte en el agua y no puedes mantenerte en el agua sin saber nadar. O, de nuevo, en un acto de volición (p. ej. levantarse por la mañana) ¿el principio de tal acto es en sí mismo voluntario o involuntario?

Si es voluntario, entonces debes haberlo querido,... tú ya lo estabas queriendo,... no fue realmente el principio. Si involuntario, entonces la continuación del acto (habiendo sido determinado por el primer momento) es involuntario también. Pero a pesar de esto, de hecho nadamos y salimos de la cama.

No creo que haya una prueba (como la de Euclides) demostrativa, del cristianismo, ni de la existencia de la materia, ni de la buena voluntad y honestidad de mis mejores y más antiguos amigos. Pienso que las tres cosas son (excepto quizá la segunda) mucho más probables que las opuestas... y sobre el porqué Dios no lo hace evidente: ¿estamos seguros de que a Él le interesa siquiera un tipo de teísmo que consistiera en un consentimiento lógico a un argumento concluyente? ¿Nos interesa a nosotros en asuntos personales? Exijo de mi amigo que crea en mi buena intención, que es cierta sin tener una prueba demostrativa. No sería para nada confianza si él necesitara una prueba rigurosa. ¡Caramba, todos los cuentos de hadas esconden una verdad! Otelo creyó en la inocencia de Desdémona cuando quedó probada: pero demasiado tarde. Lear creyó en el amor de Cordelia cuando se demostró: pero ya era demasiado tarde. “Pierde su fama quien espera a que todo salga a la luz”.

Se nos pide la magnanimidad, la generosidad que se fiará de una probabilidad razonable. Pero ¿y si se cree y al final no es verdad? Porque, entonces, habrías mirado al universo como no le correspondía. El error entonces sería incluso más interesante que la realidad. ¿Y entonces, cómo podría ser? ¿Cómo podría un universo sin inteligencia haber producido criaturas cuyos solos sueños son mucho mejores, más vigorosos y sutiles que él mismo?

Fíjate que la vida después de la muerte, que todavía te parece lo esencial, fue en sí misma una revelación tardía. Dios preparó a los judíos durante siglos para que creyeran en Él sin prometerles una vida después y, con su gracia, me instruyó a mí de la misma manera durante un año. Es como el príncipe disfrazado del cuento que gana el amor de la heroína antes de que ella sepa que es algo más que un leñador. Y si viniera primero lo que debe venir después, sería una especie de soborno.

Y ahora, otra cosa sobre los deseos. Un deseo puede llevar a falsas creencias, te lo concedo... Pero ¿qué sugiere la existencia del deseo? Una vez me impresionó una frase de Arnold: “Tener hambre no prueba que tengamos pan”. Pero lo que es seguro, aunque no prueba que un hombre concreto no tenga “comida”, sí prueba que existe la comida. P. ej. si fuéramos una especie que no comiera normalmente, que no estuviera diseñada para comer, ¿sentiríamos hambre? Dices que el mundo del materialismo es “feo”. Me pregunto cómo has descubierto eso. Si tú realmente eres fruto de un mundo materialista, ¿cómo es que no te encuentras a gusto en él? ¿Se quejan los peces del mar por estar mojados? Y si lo hicieren, ¿no sugeriría fuertemente este mismo hecho que no hubieran sido siempre criaturas acuáticas? Date cuenta de cómo continuamente nos sorprendemos del paso del Tiempo. (“¡Cómo vuela el tiempo! ¡Parece mentira que fulanito ya sea tan mayor y se case! ¡Casi no puedo creerlo!”). En nombre del cielo, ¿por qué? A menos que, en realidad, haya algo en nosotros que no sea temporal...

Pero pienso que tú ya estás cogido en la red. El Espíritu Santo va tras de ti. ¡Dudo que te escapes!

Tuyo, C.S. Lewis.


A lo peor la serie se está haciendo un poco larga, pero como me consta de que a algunos les interesa, mañana seguimos.

1 comentario:

Enrique Baltanás dijo...

Ni larga ni pesada. Interesantíssima.