30 mayo 2007

La superstición del divorcio

Según el Instituto de Política Familiar, en España se produce un divorcio cada 3,7 minutos. En 5 años (2001-2006) el crecimiento de los divorcios se ha incrementado en un 277%. Los datos son de tal envergadura que por cada 4 cuatro matrimonios que se realizan en España se producen 3 divorcios. Un divorcio cada 3,7 minutos, 16 a la hora y 386 al día. De hecho, al divorcio express se accede ya por Internet.

Aun consciente del riesgo de generalizar, creo que en esto los católicos tenemos que entonar un mea culpa. Sabemos oponernos tenazmente al aborto y a la eutanasia, pero no rechazamos con igual ímpetu el divorcio (ya sé que unos y otro no son comparables, pero todos son males). Es más ¿estamos realmente en contra del divorcio? ¿lo proclamamos abiertamente? ¿creemos de verdad en la indisolubilidad del matrimonio?. De la tibieza en este tema vienen, en cascada, casi todos los demás males.

Yo creo a pies juntillas en la indisolubilidad del vínculo. Y ello, como cuestión de Derecho natural y al margen de mis convicciones religiosas. Por otra parte, desde una perspectiva estrictamente jurídica: (i) ¿por qué no pueden dos cónyuges libremente pactar un contrato irrevocable (cuando sí se admite v.g. el mandato irrevocable)?; (ii) ¿por qué el matrimonio es ahora menos que cualquier contrato, en la medida en que puede resolverse por una de las partes sin consentimiento de la otra?. Es más, ¿es verdaderamente un contrato?.

Por cierto, no os perdáis La superstición del divorcio, del gran GKC, en la estupenda versión del combativo E.G-M. Yo, con Chesterton: el matrimonio es muchas cosas, pero también es un voto. Permanecer en él es muchas cosas, pero también es honrar la palabra dada.

8 comentarios:

Enrique Baltanás dijo...

De acuerdo en la gravedad del problema y en la necesidad de reaccionar. Pero algo que matizar (aunque reconozco mi ignorancia jurídica). Esto:
"¿por qué el matrimonio -dices- es ahora menos que cualquier contrato, en la medida en que puede resolverse por una de las partes sin consentimiento de la otra?"
Precisamente de lo que se nos quiere convencer es de que el matrimonio no es más que un contrato como otro cualquiera.
Todo contrato se puede resolver, incluso unilateralmente, siempre que se indemnice o compense a la otra parte según normas prefijadas. Y esto es lo que sucede con las pensiones compensatorias, o por alimentos y otras cosas así, como el reparto de bienes comunes...
Por cierto, ¿en qué consiste el mandato irrevocable? Perdón por mi ignorancia.

María dijo...

Estos datos son de pelos de punta!. ¡Qué pena!

Ayer mismo estuve hablando de esto con mis amigas. Yo si creo en la indisolubilidad del matrimonio y no solo como algo propio del matrimonio, sino que además pienso que es algo que le da encanto. Me explico: Yo creo que no nos paramos a pensar lo bonito que es decirle a una persona que le vas a querer "Para toda la vida" y no solo decírselo, luchar por hacer realidad esa promesa cada día...

¿Y lo bonito que tiene que ser levantarte un día, cuando cuentes ya 80 primaveras, darle los buenos días a tu marido (o mujer) y leer en sus ojos años de lucha por mantener una promesa (no solo por el hecho de mantenerla, sino por amor)? Yo estoy deseando que llegue ese momento! ;)

Desde mi punto de vista, uno de los problemas es que somos una sociedad poco luchadora y cuando las cosas se hacen un poco cuesta arriba... abandonamos la carrera y a otra cosa. No estamos dispuestos a luchar (me incluyo porque yo tb soy parte de la sociedad, pero yo si estoy dispuesta) a brazo partido por nada... es más fácil cambiar de asunto que luchar por resolver un problema...

Dal dijo...

Querido Enrique:

1. Eso que dices de la resolución no es en absoluto así. Ningún contrato puede resoverse unilateralmente, se indemnice o no a la contraparte. Sólo puede resolverse si la otra parte incumple gravemente sus obligaciones (no basta un simple incumplimiento). Si no incumple, el contrato vincula a ambas partes y no puede resolverse sino por mutuo disenso. Por eso el matrimonio es ahora menos que un contrato.

2. El mandato irrevocable es un "encargo" dado a otro para que haga algo, del que no te puedes desligar luego. Se utiliza en contratos sofisticados, donde hay pignoraciones de activos etc.

3. El meollo jurídico del tema es que en nuestro derecho impera el principio de libertad de pactos: las partes pueden pactar lo que quieran siempre que no sea contrario a la ley, a la moral (¡ay!) o al orden público. La pregunta es entonces: ¿por qué no puedo pactar yo con mi mujer, ambos libremente y sin ser coaccionados, un contrato de matrimonio irrevocable?

La idea puramente civil sería ésta: dos tipos de matrimonios a elección de los cónyuges, el revocable ("divorciable") y el irrevocable ("indivorciable"). Y que cada cual escogiese el que quisiese. Eso sería verdadera libertad.

Ahora a los católicos y a todos los que creemos en la indisolubilidad del vínculo no se nos ofrece la segunda opción, ergo se nos discrimina.

Dal dijo...

Totalmente de acuerdo, María. Bienvenida a tu casa.

Anónimo dijo...

Châpeau!

Enrique Baltanás dijo...

Como soy de los que creen en la auctoritas, y además ya me confesé lego en materias jurídicas, sólo puedo añadir una cosa: amén. Y gracias por las explicaciones.
De todos modos, el matrimonio irrevocable no tendría sentido para los católicos, puesto que al celebrar el sacramento ya aceptan que es indisoluble.
Ahora, sí la veo interesante para aquellos no cristianos o no creyentes que, a pesar de ello, creyeran en la indisolubilidad del vínculo y deseasen prometerlo. ¿No?

Dal dijo...

El Estado laico, social y democrático de derecho debería ofrecer los dos matrimonios, pues hay un sector de súbditos (perdón, de ciudadanos) que lo reclama, y no perjudica a nadie. Como el matrimonio canónico tiene también efectos civiles, tendría los efectos de ese matrimonio indisoluble.
Ahora los católicos al celebrar el sacramento aceptan que es indisoluble, pero el Estado no da la respuesta civil adecuada a su consentimiento. Les da gato por liebre.

O sea, que también sería importante para los católicos.

Juanan dijo...

Otro problema de nuestra sociedad es que intentamos arreglarlo todo con leyes, y cuando los cristianos respondemos, solemos hacerlo muy a la defensiva y de forma negativa. En lugar de eso, yo propongo que asumamos que si las leyes cambian es porque ha cambiado la mentalidad de las personas (a lo mejor no de todas, pero sí de muchas) y demos razones positivas por las cuales nuestra propuesta es la mejor.

La belleza de la fidelidad y del compromiso, el deber hacia la felicidad de los hijos, el no dejar las cosas a medias... Dejémonos de monsergas legalistas y vayamos al grano, y demos testimonio, que es lo que hace falta.