02 marzo 2008

40 (III)

V.T.R.

Madrid, 2 de Marzo de 2008

Muy querido Dal:

A mí personalmente una de las cosas que me más me llama la atención en la vida de Cristo es la brevedad de su estancia entre los hombres, aproximadamente treinta y tres años, y además gran parte de su vida transcurrió en el silencio y en la oscuridad, pues apenas sabemos nada de ella. Y precisamente de ahí me surge la pregunta sobre qué sentido tiene la vida, cuando el mismo Dios quiso que la suya fuera tan corta. La verdad es que resulta difícil comprenderlo, pero se intuye sin embargo que la vida humana para Dios viene a ser simplemente un pequeño tiempo del que disponemos para hacer una gran opción dado que ha querido poner en manos de nuestra libertad elegirle a Él o rechazarle.

Por ello, al enviarte esta cordial felicitación con ocasión de tu cumpleaños (no importa los años que cumplas) quisiera invitarte en primer lugar a dar gracias a Dios por el don de la vida, porque eres un privilegiado, entre tantos seres posibles, gracias al amor que Dios te tiene y te ofrece; y en segundo lugar a vivir esta vida apasionadamente disfrutando sanamente de todo lo que el mismo Dios te ha puesto a tu servicio para hacerla más confortable y feliz.

Leí hace muchos años un hermoso libro cuyo título era: “La vida merece vivirse”. Parece un título repetitivo y, sin embargo, no es así porque muchos son vividos por la vida. Apenas tienen tiempo para pensar, reflexionar, cambiar, mejorar, rectificar, ponerse metas interesantes. Son vividos por la prisa, el trabajo, las preocupaciones, el estrés, el materialismo, que engendran pesimismo, ira, tensión, frustración. No. La vida hay que vivirla, y uno es realmente el protagonista de la propia vida. Es cada uno el que debe ponerse metas a cumplir: es uno el que debe tener un proyecto de la propia vida que abarque todo (Dios, familia, salud, trabajo, prójimo); es uno el que debe saber contemplar el entorno para no encerrarse en sí mismo y comprender toda la capacidad que tiene de hacer el bien a tantas personas necesitadas espiritual y materialmente.

En esta línea un nuevo cumpleaños que nos conduce irremisiblemente a la realidad de que ya hemos transcurrido al menos una parte de nuestra vida se convierte en una hermosa posibilidad de querer vivir una existencia más plena en torno a tres polos fundamentales: Dios, sin el cual no somos ni podemos nada; los demás que se han convertido en una de las claves de nuestra felicidad (“hay mayor felicidad en dar que en recibir”) y entre ellos en primer lugar nuestra familia, nuestro hogar, nuestro matrimonio para quienes estáis casados; y finalmente nosotros mismos, pero no en sentido egoísta, sino en la línea de un auténtico amor a nuestro verdadero bien que se fragua en el crecimiento personal y espiritual, en el desarrollo de nuestros talentos y en el cuidado de nuestro cuerpo, compañero inseparable del alma en esta vida y ayuda imprescindible de ella.

Te tendré muy presente en la Celebración Eucarística del día de tu cumpleaños y le pediré al Señor que te regale aquella sabiduría que le pedía el rey Salomón a Dios como base y fundamento de todos los bienes de esta vida: sabiduría para saber vivir.

Un fuerte abrazo,

Juan J. Ferrán F., L.C.

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