25 noviembre 2007

Cena con George Weigel (III)

De modo claro y didáctico (y sin pretensión alguna de originalidad) nos explicó Weigel que lo que conocemos como Occidente no se corresponde con una ubicación geográfica. Occidente puede ser Australia, EE.UU, Europa o Argentina. Se corresponde con una civilización cuyas bases se han asentado históricamente en un trípode muy claro: Israel (Cristo), Grecia (la razón) y Roma (el derecho). Gracias a esa conjunción se ha dado el modelo de sociedad más perfecto de cuantos ha conocido la Historia, aquél donde el hombre ha podido ser más libre.

Sin embargo, en un momento histórico determinado, la cultura occidental pretende haber alcanzado su mayoría de edad y busca su emancipación sobre la base de rechazar la "pata" correspondiente a la religión. Con fogosa e irreflexiva vehemencia rechaza la compatibilidad entre la fe y la razón, y pretende salvar a la segunda de las supersticiones de la primera.

Pero hete aquí que, paradójicamente, el destierro de la religión provoca el tambaleo y posterior caída de la razón. En un primer momento, su entonización provoca un sucedáneo de religión, una religión que, además de prescindir de Dios (o, mejor, porque prescinde de Dios) no revela al hombre quién es el hombre, y que desde luego no salva. Y en un segundo momento, porque la razón desaparece y llega el relativismo. Se niega tanto la verdad como la capacidad de conocerla, impera la corrección política y se rechaza la filosofía griega como un producto de "varones blancos muertos". Weigel ironizaba con que el próximo motto del famoso escudo de Harvard no tardará en ser "Veritas?", con interrogante añadido.

Este es el momento en que nos encontramos. Y es un momento en el que, herida de muerte la razón, el derecho comienza a tambalearse. Se está pasando del rule of law al arbitrio de la ley, a la legalización del crimen (aborto), y a la persecución del discrepante (legislación "anti-homófoba"). En Canadá un sacerdote va a ir a la cárcel por decir que la homosexualidad es pecado, y los seminaristas se preparan para que su ministerio sacerdotal tenga el componente martirial de la prisión.

Leyendo lo anterior, igual os creéis que Weigel es pesimista, o que transmite angustia o pesadumbre. Todo lo contrario. Ya os contaré.

No hay comentarios: