23 octubre 2006

Alatriste

El viernes quebranté una de mis normas inquebrantables y fui a ver una película de cine español. No había leído ninguna de las entregas de la serie de Pérez Reverte, simplemente por coste de oportunidad (¡hay tantas otras cosas en el mundo!), pero algunas críticas no del todo malas de gente de la que me fío me animaron a dar el paso.

La película tiene muchos defectos, pero tiene también algunas virtudes. Entre los primeros, el ataque sistemático (¡cómo no!) a todo lo religioso: los clérigos todos malos malísimos y afeminados, contratando sicarios y provocando suicidios; y la gente de a pie, con un nihilismo cuasi sartriano (¡en el Siglo de Oro!). Y por supuesto, en el tesón por conquistar Flandes no aparece para nada la cuestión de la fe, sino que se atribuye a un simple empecinamiento de Olivares. Como de costumbre, impresentable. Otros defectos son el guión (se juntan todas las historias de Reverte, y va de salto en salto) y algunas de las interpretaciones. Entre las virtudes: Mortensen resulta creíble, el vestuario, la ambientación y la fotografía son francamente buenas, y la banda sonora es incluso muy buena. Además, Díaz-Yanes es un buen director y tiene oficio. Desde luego, la película no aguanta la comparación con la espléndida Master and commander de Peter Weir pero, globalmente considerada, tiene un pase.

Sin embargo, la indiferencia de Alatriste por el lucro o por la dimensión económica de sus acciones (cambiando un collar valioso por una baratija para su amada, enfrentándose a muerte con un amigo por no detraer un botín); el respetuoso pero a la vez orgulloso trato con sus superiores; su rechazo por la mentira, su laconismo y sus silencios; y sobre todo la negativa de su tercio, diezmado y moribundo, a rendirse a los franceses, pese a la generosa oferta que les es realizada ("somos un tercio español"), me emocionaron, a pesar de los pesares anteriores.

La conclusión que saco es ésta: a pesar de la LOGSE o la LOE ahora y de la EGB antes, tenemos un pasado con muchas más luces que sombras, del que sentirnos orgullosos; y nadie nos lo ha dicho. Por eso, a nada que entre el ataque sistemático y la caricaturización, se cuela por una rendija un destello que deja entrever lo que fuimos, renace la emoción.

A lo mejor no todo está perdido.

20 octubre 2006

Now is the winter of our discontent


Por una serie de circunstancias, ayer tuve que leer en alto el monólogo de Gloucester en Ricardo III (está aquí o aquí), y claramente se impuso sobre mi pésima pronunciación. Es música. Me acordé inmediatamente del poema de Ibáñez Langlois que nos regaló Enrique.

Verdaderamente, "el inglés no es el código del dólar y el turismo / es la lengua inmortal de la poesía".

[Aquí una estupenda página con todos los monólogos de Shakespeare].

18 octubre 2006

The chattering classes

Cae en mis manos el libro de Peter J. Kreeft (católico, profesor de filosofía en el Boston College) The Philosophy of Tolkien: the Worldview behind the Lord of the Rings. Tiene un pintón.
Estructurado en once capítulos (correspondientes a las principales áreas de la filosofía), comprende 50 de las grandes cuestiones que el hombre se ha planteado a lo largo de la Historia. Y respecto de cada una de ellas, Kreeft expone (i) su significado y su importancia; (ii) una cita de El Señor de los Anillos denotativa de cómo Tolkien responde a esa cuestión; (iii) otra cita al respecto de otra obra de Tolkien; y como guinda (iv) una cita de C.S. Lewis al respecto. El libro tiene un apéndice con concordancias de tales cuestiones con otros muchos pasajes de El Señor de los Anillos.

Cada vez que se hace una encuesta sobre la obra maestra de la literatura del siglo XX, Frodo y compañía ganan por goleada, lo que exaspera a los críticos. Y aquí viene el motivo de la entrada de hoy (del libro contaré cuando lo termine): la nada sutil puya que Kreeft les dedica, a ellos y demás "intelectuales orgánicos", en su prólogo:

Every human soul craves "the good, the true, and the beautiful" absolutely and without limit. And it is precisely about these three most fundamental values that the gap is the widest. Ordinary people still believe in a real morality, a real difference between good and evil; and in objective truth and the possibility of knowing it; and in the superiority of beauty over ugliness. But our educators, or "experts" (Fr. Richard Neuhaus calls them "the chattering classes" [magistral]), feel toward this traditional values the way people think medieval inquisitors felt toward witches. Our artists deliberatelty prefer ugliness to beauty, our moralists fear goodness more than evil, and our philsophers embrace various forms of post-modernism that reduce truth to ideology of power. ...
So, what should do about it? Just ignore them. That will do more to save civilization than anything else you can possibly do (except becoming a saint). It will also make them very angry, for, like teenagers, the critics' greatest joy is to be shocking, and their great fear is to be ignored".

O sea, que presumo que Kreeft no sería precisamente un fan de "Manual de infractores".

12 octubre 2006

Madre de la Hispanidad


Oración de (San) Juan Pablo II Magno:

"Doy fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta tierra española donde tantos frutos ha producido. Y quiero encomendarte, Virgen santísima del Pilar, España entera, todos y cada uno de sus hijos y pueblos, la Iglesia en España, así como también los hijos de todas las naciones hispánicas. ¡Dios te salve, María, Madre de Cristo y de la Iglesia! ¡Dios te salve, vida, dulzura y esperanza nuestra! A tus cuidados confío esta tarde las necesidades de todas las familias de España, las alegrías de los niños, la ilusión de los jóvenes, los desvelos de los adultos, el dolor de los enfermos y el sereno atardecer de los ancianos. Te encomiendo la fidelidad y abnegación de los ministros de tu Hijo, la esperanza de quienes se preparan para ese ministerio, la gozosa entrega de las vírgenes del claustro, la oración y solicitud de los religiosos y religiosas, la vida y el empeño de cuantos trabajan por el reino de Cristo en estas tierras. En tus manos pongo la fatiga y él sudor de quienes trabajan con las suyas; la noble dedicación de los que transmiten su saber y el esfuerzo de los que aprenden; la hermosa vocación de quienes con su conciencia y servicio alivian el dolor ajeno; la tarea de quienes con su inteligencia buscan la verdad. En tu corazón dejo los anhelos de quienes, mediante los quehaceres económicos procuran honradamente la prosperidad de sus hermanos; de quienes, al servicio de la verdad, informan y forman rectamente la opinión pública; de cuantos, en la política, en la milicia, en las labores sindicales o en el servicio del orden ciudadano prestan su colaboración honesta en favor de una justa, pacífica y segura convivencia. Virgen Santa del Pilar: aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza, aviva nuestra caridad. Socorre a los que padecen desgracias, a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo. Fortalece a los débiles en la fe. Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres. Y asiste maternalmente, oh María a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad. Así sea".

Santa María del Pilar, confunde a nuestros enemigos y ruega por nosotros.

11 octubre 2006

Agit-prop

La vieja praxis marxista de agit-prop, en su desprecio por la verdad, no se limita a postular el empleo sistemático de cualquier mentira, sino precisamente de aquélla que es exactamente la contradictoria (hay varios tipos de oposición) con la verdadera realidad (perdón por el pleonasmo). Por eso los Estados comunistas se denominan democráticos (v.g. DDR), y también por eso los medios de comunicación oficiales, que propagan la mentira y el pensamiento único, se denominan bien Pravda (la verdad), bien el plural.

Un buen ejemplo es el tratamiento de la agresión ayer a Acebes en Cataluña. Por si lo borran -ahora que ha sido cesado un dirigente del PSC-, transcribo la noticia:

"Todo empezó, cuando un grupo de jóvenes se concentró a las puertas del Centro Cultural Martorell con las pancartas. Poco después, llegaron los militantes del PP que acudían al mitin, y al ver al grupo de personas concentradas que les insultaban, un militante intentó arrebatar una de esas pancartas a los jóvenes. Otro militante del PP le ayudó, pero ambos no lograron su objetivo y cayeron al suelo sin conseguir retirar ninguna pancarta a los manifestantes. A continuación, el grupo de jóvenes y otro de unos veinte militantes del PP se encararon y comenzaron a increparse y a intercambiar empujones, aunque la Guardia Civil logró separarlos. En ese momento apareció el coche en el que venían Acebes y Piqué, y la Guardia Civil se vio obligada a proteger a ambos políticos para que pudieran acceder al local, donde les esperaban unos doscientos militantes del PP catalán".

Estos del PP ya se sabe, tan violentos y provocadores como siempre, como cuando agredieron a Bono.

09 octubre 2006

Saca al ciudadano que llevas dentro

Es el título de la campaña publicitaria que está llevando a cabo el Ayuntamiento de Madrid, destinada a que los madrileños tiremos la basura a los contenedores, y no seamos unos sucios. Está presente en marquesinas de autobús, "chirimbolos" y otros adefesios de mobiliario urbano.

Aunque sea lunes, no creo que esta mañana me encuentre especialmente picajoso o irascible, pero lo cierto es que el cartelito me ha puesto de mal humor. No es por la mala fotografía, ni por el tipo de letra, ni por el marco en el que se encuadra -con una flecha que parece de mal aficionado al power point-, ni por la composición, ni por la cara de estulta felicidad, de buen vecino, y de satisfacción por el deber cumplido del tipo que sale. No. Aunque sea un anuncio casposo y cutre, no hubiera llamado mi atención ni provocado mi mosqueo.

Lo que me irrita sobremanera es el lema de marras, y todo lo que subyace bajo tan aparentemente inocua frasecita. Entre otras, por dos razones. La primera es el uso del término ciudadano como paradigma de la limpieza y, una vez más, como meta de de las aspiraciones personales, de la plenitud de derechos, del alcance de la verdadera libertad. Aunque se emplee cada vez más por los políticos (por todos), me parece que tiene un regusto revolucionario-jacobino trasnochado, y que se enmarca en la corriente de pensamiento pseudoilustrado y laicista que propugna que los derechos individuales comienzan con la funesta Revolución (no hay que cansarse de recomendar a Gaxotte).

Y la segunda razón va en la misma línea, pero con un sesgo más antropológico: un ciudadano dentro que haya que sacar (¿salir del armario?) lo llevará usted, señor publicitario, señor concejal o señor Gallardón, pero yo no. Yo dentro llevo mis miserias, y más dentro aún (intimior intimo meo) llevo a mi Creador, pero a un ciudadano ni pensarlo. Y si tiro la basura al cubo, no es ni por ustedes ni por la ética kantiana, sino en ejercicio de virtudes que están ahí mucho antes de que cuatro aristócratas decadentes invitaran a sus tertulias a Diderot, Voltaire y compañía.

- ¿Pero es que se cree usted que el que ha hecho la campaña estaba pensando en todo eso?

-No lo sé, puede que sea intencional o puede que sea una decantación inconsciente del pensamiento dominante, pero ya esta bien de tonterías.

Y con ésas, he entrado en la oficina.

03 octubre 2006

Premio nacional de poesía

¿Te sorprendes, querido Enrique, de que se lo den a Bonald y no a d'Ors? Ya sé que no. Ni el maestro tampoco, acuérdate de su poema:

DONDE EL POETA SE DESPIDE DEFINITIVAMENTE DEL COTARRO

Adiós, adiós revistas, premios, antologías,
fulgores de El País y el Segundo Canal,
adiós generación del 70, divino
tesoro, te he perdido para nunca jamás.


Para ser comunista me falta la langosta
(que no es poco faltar)
y, como don Antonio, tampoco soy un ave
de ésas (menudos pájaros) del nuevo gay trinar,
y no versificando ni a la izquierda
ni debajo de nadie, ustedes me dirán.


Adiós entonces, fama, adiós obras completas,
adiós escalinatas hacia Carlos Barral,
adiós muchachos, nunca compañeros
de mi vida (a Dios gracias –y gracias además
a los sabios consejos sobre las compañías
que me dio mi papá–).

Pero todos felices: la Poesía
y yo tendremos más intimidad,
y vosotros qué gozo: en la carpeta
de Félix Grande un poco menos de original
y un poco más de alfalfa en los amenos prados
del Parnaso local.


5-IX-82 [de Es cielo y es azul]

Anton Bruckner

Comienza la temporada en Ibermúsica, y nos estrenamos con la Bayerisches Staatorchester, dirigida por Kent Nagano. El programa, de lo más apetecible: el Idilio de Sigfrido de Wagner y la Cuarta Sinfonía (Romántica) de Bruckner, en su versión original. Todo correcto pero demasiado plano, sin emoción (pecado grave con un programa como éste). Además, la Cuarta, auténtica puerta de entrada al universo bruckneriano, es mejor oírla en la versión de Haas que en la original.

A pesar de los pesares, volver a encontrarse en vivo con Bruckner, ese "místico gótico extraviado por error en el siglo XIX" (como lo definió Fürtwangler), ese "católico medieval arrojado al turbulento mundo de Wagner" (Paul Henry Lang), es toda una experiencia. No se puede sacar más de una orquesta sinfónica y, al menos para mí, sólo Bach puede comparársele en trascendencia y misticismo.

Algunos extractos del iluminado texto de Arnoldo Liberman que ilustraba el programa (de donde también proceden las citas anteriores):

"Este trovador de Dios (como llamó Liszt a Bruckner) era a la vez un hombre rústico, ingenuo y torpón ... que saciaba largamente sus sentidos con el festín gastronómico de un plato de knodel, que su [rectius, cuya] cachaza era motivo de mofa en todo el conservatorio de Viena, que justificaba el nacimiento de su Novena Sinfonía (una de las más hermosas nacidas de su estro) porque un bocadillo de pan con queso lo había inspirado, que su humildad rayaba en lo insólito, que a veces caía en torpezas inexplicables, este personaje, digo, significaba no sólo el espíritu dionisíaco al servicio de la música, sino al servicio incondicional de la Creación [¿es Bruckner o Chesterton?].
...
[Bruckner] proclamaba que si el público quería oír la música del hombre escuchara a Brahms y que sólo si quería oír a Dios escuchara sus sinfonías. Porque Bruckner no es sólo la montaraz inocencia del estremecimiento, sino que se trata del estremecimiento de una epifanía. Bruckner no sugiere que podemos ver a Dios, sino que es posible oírlo y que para ello no debemos estar dispuestos sino expuestos".

A todo aquél que quiera iniciarse en este genio absoluto de la música le recomiendo que comience por esta Cuarta (en las versiones de Celibidache o de Böhm), o por la Séptima (Barenboim u otra vez Celibidache). Y que vaya poco a poco. No se arrepentirá.

02 octubre 2006

Ángeles custodios

Ángel del Señor, que eres mi custodio,
puesto que la Providencia soberana
me encomendó a ti,
ilumíname, guárdame, rígeme
y gobiérname en este día.
Amén.

Paracaidistas en Guecho


La noticia aparece en Minuto digital y en algunos otros medios. Con ocasión de unas maniobras del Ejército, miembros de la brigada paracadista aterrizaron en la playa de Guecho (Vizcaya). Aunque el Gobierno vasco se ha quejado, la inmensa mayoría de los que allí estaban prorrumpió en aplausos y vítores a España.

También estaban los valientes gudaris proetarras, se supone que para montar una "playa borroka". Sin embargo, como se ve en esta foto que me manda un amigo, no parece que se atrevieran ni a levantar la voz. Más bien, miraron para otro lado.

Tan valientes como siempre.

27 septiembre 2006

Flannery y d'Ors

Me encuentro con que sobre Revelation se ha escrito mucho, desde breves comentarios hasta sesudos artículos.

Ayer comentaba que me parecía ver una relación entre este estupendo relato de Flannery O'Connor y un poema de d'Ors ("Oración por nosotros, los de siempre", en Sol de noviembre). Pues bien, tal relación, que yo vanamente atribuía a mi sagacidad y a mi capacidad de interrelacionar, ha resultado ser una conexión clara, tal y como pone de manifiesto Arp en su comentario a mi entrada de ayer, y tal y como reconoce el propio d'Ors, según dice Enrique.

Pensaba resumir el relato, transcribir el poema y justificar mi hallazgo, pero es empresa harto ambiciosa para este modesto blog y para mi capacidad y disponibilidad. Prefiero limitarme a recomendar vivamente la lectura de ambos textos, que no tienen desperdicio.

Por mi parte, me limito a constatar la obviedad: la conexión no sólo es clara, sino también perfectamente explicable. No es que Miguel se haya inspirado en Flannery, ni que Calíope (o Érato o Talía, o la que fuese) sugiriese las mismas ideas en Milledgeville que en Granada. Es, lisa y llanamente, que una y otro son cristianos católicos (y no de esos que van por ahí mendigando opiniones). Es por tanto perfectamente explicable, si no fatal, que su creatividad literaria haya plasmado del modo en que cada uno sabe (ella con un relato, él con un poema) la constatación que todos realizamos cuando nos miramos en el espejo del examen de conciencia: ¡cuántas veces somos el hijo mayor de la parábola o el rico Epulón!.

Perdónanos, Señor.

26 septiembre 2006

Más sobre Flannery


He terminado los Spiritual writings de Flannery O'Connor. Como decía en una entrada anterior, se trata de una recopilación sus textos para una colección titulada Modern spiritual masters series. Está compuesta por fragmentos de muchas de sus cartas recogidas en The habit of being (principalmente las dirigidas a A.), y de sus dos novelas, Wise blood y The violent bear it away. La recopilación se lleva acertadamente a cabo por bloques temáticos (el realismo cristiano, la Iglesia, su vocación a la escritura como apostolado, y las razones de la alegría y del sufrimiento), y su lectura es fácil y amena. Puede ser un buen regalo para quien quiera dar a conocer, más allá de sus relatos, la faceta humana de esta escritora católica rayana, si no plenamente incursa, en la santidad.

Lo curioso es que, en medio de tales capítulos se inserta uno de los últimos relatos de Flannery, Revelation, en su integridad. Pertenece a la recopilación Everything that rises must converge (título tomado de Teilhard de Chardin, a quien Flannery admiraba), bajo la que se agruparon sus últimos cuentos, probablemente los mejores. Los autores justifican el excursus alegando que es el paradigma de la literatura y de la cosmovisión católica de Flannery. La elección me parece muy acertada, y la ubicación del relato me ha hecho prestarle más atención (y disfrutar más de él), que cuando lo leí en español, en la edición de sus Cuentos completos . Y, además, me ha evocado un memorable poema de Miguel d'Ors - aunque hablar de memorable poema en d'Ors es un pleonasmo-, al hermano mayor de la parábola del hijo pródigo y al rico Epulón.

A ver si mañana tengo más tiempo y cuento por qué.

24 septiembre 2006

Conrad

Tarde lluviosa en Madrid. Merodeo por la biblioteca (siempre pendiente de ser ordenada) y me encuentro con Conrad. Como a tantos otros, llegué a él a través de Borges, y lo leí con entusiasmo. Lord Jim, Juventud, De vuelta al mar (en una excelente traducción de un jovencísimo Javier Marías: el pluscuamperfecto inglés de Conrad me supera en no pocas ocasiones), Los duelistas, y El corazón de las tinieblas, me fascinaron. Pero, pasados los años, lo que más perdura en mí de él no es toda esa literatura, sino un "ensayo" sobre el arte camuflado de prólogo a una obra suya que considero menor.

La obra no es otra que El negro del narcissus, una novelita que narra la opresiva presencia de un enorme negro, antipático y enfermo, en una travesía de Bombay a Inglaterra, y su sofocante influjo sobre la tripulación y el viaje. Me gustaron más otras, pero tiene fragmentos que son Conrad en estado puro. Sin embargo, lo que se sale de lo normal es su prólogo, como digo, todo un ensayo acerca de la creación artística. Comienza nada menos que así:

"A work that aspires, however humbly, to the condition of art should carry its justification in every line. And art itself may be defined as a single-minded attempt to render the highest kind of justice to the visible universe, by bringing to light the truth, manifold and one, underlying its every aspect".

Y de ahí va in crescendo. ¿Por qué lo puso ahí? ¿era consciente de la profundidad de su pensamiento y de su capacidad especulativa, más allá de su creatividad literaria? Lo ignoro con perfección, pero os recomiendo que no os perdáis esta joya.

21 septiembre 2006

Diversity (II)

¡Qué maravilla tener lectores críticos! Tiene razón Enrique Baltanás: mi entrada de ayer está pésimamente argumentada.

La unanimidad será buena o mala según confluya en la verdad o en el error, esto es, según se adecue o no lo pensado con la realidad. La unanimidad acerca de los primeros principios o acerca de la existencia de un Dios omnipotente, bueno, encarnado y redentor sería maravillosa (y, según sabemos, llegará algún día), porque es verdad. No es deseable el disenso en esto. No creo que el disenso sea en sí mismo necesario, ni tan siquiera como método de conocimiento (dialéctica, falsación, duda metódica, etc.), aun admitiendo que hay que estar muy vigilante para no creerse en posesión de la verdad que además, según sabemos por el Oso Von Balthazar, es sinfónica y no "solista". Esto no me plantea especial problema. Además, yo no hablaba de unanimidad, sino de unidad.

La diversidad no es en absoluto condenable, en cuanto diversidad. Pocas cosas más genuinamente católicas que lo diverso (en el accidente) siempre que sea unitario (en la esencia). Que se lo pregunten a S. Pablo en su debate con los "unitarios" judaizantes, gracias al cual nosotros no somos creyentes "de segunda" (ni estamos circuncidados, un dolor menos). O que se lo pregunten a S. Francisco Javier, cuando le tenían que ayudar porque se le cansaban los brazos de tanto bautizar a "diversos" asiáticos.

El problema está cuando se fomenta la diversidad porque se sostiene que todo son opiniones (magistral poema de d'Ors al respecto) y que no hay un criterio sobre nada que pueda imponerse sobre otro (relativismo). Cuando se dice que Platón y Aristóteles no son más que "varones blancos muertos", cuyas opiniones son tan válidas o inválidas como las de cualquier gurú con taparrabos o cualquier psicosocioestructuroargentino (d'Ors again). Nuevamente ello parte de la base de que la realidad no existe o al menos no es cognoscible. El primer principio de no contradicción (una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo bajo el mismo aspecto), no admite diversidad (sé que tú no decías esto, Enrique).

Por otra parte, todos en cuanto personas somos únicos e irrepetibles (Dios sólo sabe contar hasta uno, Péguy dixit) , y tenemos los mismos derechos fundamentales. Sin embargo, creo que hoy se ven derechos por doquier, sin que verdaderamente sean tales. Pese a lo que digan los tribunales (incluido, ay, nuestro Tribunal Supremo), no hay un derecho a la indemización de los padres por wrongful birth (les indemnizan porque el hospital no les avisó a tiempo de la enfermedad del feto y no pudieron abortar); ni hay un derecho a que los padres sordos digan que su sordera no es un defecto, sino una alternativa, y exijan manipulación genética para tener hijos sordos; ni un derecho al "matrimonio" homosexual o a la adopción por homosexuales, que es uno de los paradigmas de la diversidad. Y, ¡qué pena!, yo no tengo derecho a escribir entradas tan buenas como las de Enrique Baltanás, ni a ser un poeta como García-Máiquez, ni a tener la capacidad de observación de Arp. Ya me gustaría.

El tema de la discriminación positiva me parece más serio que el de la diversidad, y anticipo que no lo he estudiado a fondo. Sin embargo, aun a riesgo de equivocarme, creo que no hay que sobreproteger a los arrinconados. En primer lugar, porque es muy difícil que haya igualdad en todo en dos candidatos para que sólo haya que elegir a uno porque esté perseguido o arrinconado, y se presta a injusticias. Y en segundo lugar, porque cuando se ha llevado a efecto, a la larga ha repercutido en falta de calidad o de excelencia. Recuerdo vagamente un artículo magnífico en Aceprensa sobre un colegio público en una zona difícil de Estados Unidos, que en los años 50 era puntero y que con la discriminación positiva se fue al garete. Creo que hay que ser meritocrático-caritativo, que no es lo mismo.

Y una nueva loa de la unidad y una crítica a la diversidad (dispersión) está en las palabras del Señor a Marta, cuando ésta le pide que reproche a María que no la ayude: frente a la inquietud y dispersión de Marta solo hay una cosa importante que es la que elige María, y no se la quitarán.

20 septiembre 2006

Diversity

La dichosa palabrita va de boca en boca. No hay conferencia de gestión de despachos donde no se repita hasta la saciedad. Para ser un gran bufete -se dice-, hay que fomentar y promover la diversidad. ¿Que qué es eso? Pues básicamente el rechazo a toda identidad fuerte, y la entrada de la discriminación positiva y del aquí todo vale. Para ejemplo, la página web de un despacho americano de postín, Cadwalader, donde se apuesta por la diversidad de género, de raza y cómo no, de identidad sexual:

"The Firm supports a variety of gender, racial, ethnic and sexual orientation diversity programs, organizations and associations (...) Cadwalader also provides philanthropic and pro bono support for the LGBT community. In addition to direct mailings by gay Cadwalader attorneys to students who are members of gay campus groups and sponsoring receptions for gay students at New York City law schools, the firm supports, and has been involved with, a number of lesbian, gay and bisexual organizations".

Desde luego, la conclusión inmediata es que se trata de una decantación del principio de corrección política y de una consecuencia del relativismo moral. Pero creo que admite también una lectura sobrenatural. Para mí es una manifestación más de dónde llega el hombre cuando prescinde de Dios(nosotros solos podemos): a la torre de Babel. Justo lo contrario de lo que sucede cuando Dios entra en nuestras vidas. Entonces la consecuencia es exactamente la contraria: la unidad, esa unidad (ut unum sint) que Cristo anhelaba para los suyos en la oración sacerdotal.

19 septiembre 2006

American Gothic

Espoleado por Arp y por Mora-Fandos, continúo contando "lo que veo" en Chicago, a pesar de mis limitaciones (no es falsa humildad, ya dijo Santa Teresa que la humildad es la verdad).

Otro de los cuadros memorables del Chicago Art Institute es éste que Grant Wood pintó en 1930, titulado American Gothic. Creo que el impacto que produjo cuando se exhibió por primera vez, fue considerable, y que de este título viene la denominación de determinado género como "gótico sureño", en el que algunos encuadran a la admirada Flannery O'Connor. El cuadro es magnífico. Por mi parte, y sin querer menospreciar a nadie, creo que por la dureza y severidad de los rostros y por la actitud hierática, esta pareja sólo puede ser protestante, y no católica. Me parecen la versión americana del matrimonio Arnolfini o de cuadros flamencos similares (obviamente de otra época pero con analogías que me parecen claras, Mora-Fandos, dime algo, please). Debe de ser durísimo no tener el consuelo del sacramento del perdón.

En cualquier caso, después de disfrutar contemplándolo, no pude dejar de acordarme de los relatos de Flannery. A la salida fui raudo a una librería y he comprado Wise blood; The violent bear it away y Everything that rises must converge, así como dos libros más que no conocía, Mystery and manners (una recopilación de textos suyos que incluye el prólogo al libro Memoir of Mary Ann al que tanto se refiere en sus cartas), y una selección de sus textos recopilada para una colección titulada Modern spiritual masters series, en la que también están sus admirados Simone Weil y Theilard de Chardin, Edith Stein, Santa Teresita, y otros (incluido, ay, el infausto Anthony de Mello). Esta recopilación de Flannery la hace un tal Robert Ellsberg, y tiene una estupenda introducción de otro tal Richard Giannone, que se convirtió al catolicismo gracias a Flannery. Me relamo de gusto con las nueve horitas netas de vuelta de avion que me esperan para hincarles el diente.

Chicago

Estos días estoy en Chicago, en un congreso de la International Bar Association. Antes he estado con bastante lío, y no he podido actualizar el blog. Es una pena, porque la cosa está que arde. Mis disculpas a los dos o tres que me leen.

En cualquier caso, esta mañana me he escaqueado del congreso y me he pateado el Art Institute , muy completo y con algunas joyitas. Hay seis cuadritos de Goya describiendo la captura del bandido Maragato por Fray Pedro de Zaldivia, que son una delicia (primero el bandido le apunta con un trabuco, luego el buen religioso forcejea con él, le quita el arma y le pega un tiro en una pierna, lo reduce y lo entrega a la justicia). Toda una alegoría de la Iglesia y de su papel en los tiempos que corren.

Luego me he dado un paseo por el Loop, y no ha estado mal. Se supone que arquitectónicamente es la caraba (Mies van der Rohe, Bauhaus, etc.), pero soy bastante zote en lo que a gusto por la arquitectura se refiere.

Ya me gustaría tener la capacidad de observación que Arp ha demostrado con sus crónicas austriacas, porque Chicago tiene mucho interés, pero no la tengo.

11 septiembre 2006

Disfrazado de nada, como sueles

Decía Arp en un comentario a mi anterior entrada que a la kenosis o anonadamiento de Cristo, nunca acabas de verle el fondo. Qué cierto es. A raíz de ello, me han venido a la memoria estas palabras con que Miguel d’Ors agradece al Creador un segundo casi extático de contemplación del azul del cielo y del amarillo de no sé qué árbol (seguro que un arce no). Pertenecen a un poema de su último libro, Sol de noviembre. Aunque creo recordar que forman parte de dos versos diferentes, también por sí solas configuran un bello endecasílabo, que emociona.

Me evocan a Elías en el Horeb, esperando la venida de Dios bajo grandes manifestaciones y no reconociéndolo ni en el terremoto ni en el fuego devorador, sino en la suave brisa ante la que se tapó el rostro. También al precioso himno que S. Pablo recoge en su Carta a los Filipenses, que narra el susodicho anonadamiento de Cristo; y al gran y santo Juan Pablo II cuando, ante el asombro de Belén, compuso sin saberlo otro bello endecasílabo: “El Creador es un niño que llora”, dijo.

04 septiembre 2006

Mi almuerzo con Jünger

El otro día, en uno de sus acertados posts, Enrique García-Máiquez comentaba que Jünger era una de sus lagunas, a pesar de los consejos de Beades. Hace ya casi dos décadas, yo sí seguí los de mi amigo Presas (que en libros y música aconseja tan bien como pinta), fervoroso lector del longevo alemán. Leí Eumeswill y Sobre los acantilados de mármol y no guardo especial recuerdo de ellos; no debieron de decirme gran cosa. Sin embargo, leí también Tempestades de acero, sus memorias de la Primera Guerra Mundial, y me gustaron mucho. Todavía hoy pienso que es el mejor libro de guerra que he leído (muy superior a Sin novedad en el frente). Compré sus Radiaciones y luego El reloj de arena, El trabajador y La Tijera, de los que solo he leído fragmentos. Creo que es un buen narrador, que su temática, su estilo y su creatividad literaria han pasado con el siglo que nos dejó, y que su posición vital y pseudofilosófica (post-heideggeriano desengañado) no presenta especial interés. Creo también que de Jünger lo más destacable es, sin duda, Jünger mismo. Justo al revés que sucede con Borges, aquí el personaje es mucho más interesante que su obra. Oficial en la Primera Guerra Mundial (último poseedor de la condecoración Pour le mérite prusiana) y en la Segunda, donde estuvo en París con actitudes razonables, sus ciento tres años de vida y sus diversas etapas vitales son un compendio del propio siglo XX.

Además, yo tuve la dicha de comer con él. Dictó la lección inaugural de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense de Madrid –creo que de 1996– y el Rector me invitó al almuerzo que tuvo lugar a continuación. No fuimos más de diez comensales. La verdad es que me tocó al otro lado de la mesa y no pude hablar con él, pero sí pude contemplarlo con calma. Delgado, ágil, sobrio, con una mirada muy intensa, atendía, con aparente interés aunque también con cierto distanciamiento, la conversación de sus colindantes (uno de ellos su excelente traductor, Andrés Sánchez Pascual). Tenía su abundante y blanca cabellera peinada toda para adelante, parecía un patricio romano. Gozaba de excelente apetito: dio buena cuenta de una ensalada copiosa, de una rodaja de merluza como una boina y de un pastel, todo ello regado con vino. Bebió poca agua. Para terminar un café solo que coronó con un cigarrillo elegantemente fumado. Fue emocionante. Además, estuve al lado su mujer, una encantadora jovenzuela de 75 años, culta y bella. No me pareció oportuno sacar el tema de la literatura, así que estuvimos toda la comida hablando de música. Además de ser una entendida, Ernst y ella fueron vecinos de Fürtwangler durante varios años, y me contó cosas del maestro.

Y para colmo, al regresar a casa me llevé mi ejemplar de Tempestades de acero dedicado, con una letra preciosa: “Meinem lesser Dal, Ernst Jünger”. Mi mitómanía alcanzó niveles perjudiciales para la salud.

03 septiembre 2006

Everness

Si conocieras
el premio que te espera,
lo buscarías.

[Para Enrique García-Máiquez]

30 agosto 2006

Citas


De Hans “el Oso” Von Balthazar (La oración contemplativa):

"Muchos cristianos no comprenden que la realidad del reino de los cielos es eterna y por lo mismo no es temporal-futura, que lo que nosotros orando tanto ansiamos y cuyo advenimiento suplicamos, no es algo que todavía-no-es, que nosotros con nuestra oración y nuestro empeño hemos de poner, como todos los demás valores temporales e históricos en nuestra existencia ya dada, sino lo Eterno-Real que nosotros, los siempre irreales, hemos de dejar que se despliegue en nosotros y consiga la victoria de su presencia en nosotros".

26 agosto 2006

San Pablo, heraldo de Cristo

Acabo de terminarme el San Pablo de Holzner. Debería haberlo hecho mucho antes, pero este verano he leído menos de lo previsto. Es una obra monumental. Holzner apabulla por su erudición. Son admirables sus conocimientos no sólo del cristianismo en general y del protagonista y su obra en particular, sino también del judaísmo, del helenismo, de historia de las religiones, de filosofía –antigua, desde luego, pero también moderna (Nietzsche et al.)–, de geografía, de topografía, de arqueología.

Holzner analiza al microscopio todos los viajes, fundaciones, cartas y cautiverios del santo. Impresionan sus periplos infatigables a través de pasos inhóspitos, desiertos insalubres y cordilleras hostiles por todo Asia menor (Tarso, Derbe, Listra, Iconio, Antioquia, Tiatira, Esmirna, Pérgamo, Éfeso, Sardes, Filadelfia, Laodicea, Tróade) y por Macedonia (Filipos, Tesalónica, Berea); sus estancias en Atenas (¡qué tratamiento del discurso en el Areópago!) y en Corinto; sus travesías marítimas (con naufragio incluido) por casi todo el Mediterráneo; sus espinosas visitas a Jerusalén, con los cristianos judaizantes al acecho (¡algunos querían darle muerte!), y cómo no, sus dos cautiverios en Roma y su martirio final. Y no menos impresionan sus cartas (cuidado análisis por Holzner de cada una de ellas) y también su decisión a la hora de dar su vida por Cristo y por el Evangelio, sin pararse a medir la prudencia de sus acciones (tuvo que salir por pies en muchas ocasiones).

Los retratos de los personajes son excelentes: Lucas, Marcos, Timoteo, Tito, Áquila y Priscila, y tantos otros. Y San Pablo queda reflejado como un titán de la fe, un luchador que no contempla la derrota, un excelente orador, un valiente. Quedan desde luego patentes su erudición y su inteligencia, pero también la dureza de su carácter y su decisión para rechazar sin remilgos todo lo que se interponga entre él y su misión. No tiene inconveniente en reprochar a Pedro su debilidad al separarse de los gentiles cuando llegan los judaizantes, ni en poner tibio a Marcos cuando no aguanta su ritmo evangelizador. Probablemente en realidad el personaje fuera así y el perfil que de él traza Holzner sea el más adecuado, pero lo cierto es que (al menos en mí) no despierta amabilidad, ternura o cordialidad (como sí me sucede a menudo con Juan y sobre todo con Pedro, no sólo en su encuentro con Jesús resucitado). Este Pablo provoca admiración y gratitud (le debemos casi todo), pero no facilita la intimidad.

Se trata de un libro muy recomendable para todos aquellos (creyentes o no), que estén interesados en la figura de San Pablo quien, como el autor demuestra, es el hombre que más ha influido en la historia de la humanidad; e imprescindible para entusiastas del santo o de cualquiera de sus textos. Ahora bien, debe destacarse que su lectura no es siempre fácil ni en todo momento amena: junto a momentos sublimes se encuentran también puertos de primera categoría (valga el símil ciclístico ahora que empieza la devaluada Vuelta a la también devaluada España). Además, la traducción, aunque precisa, peca de preciosista y se ha quedado algo antigua. En definitiva, que su lectura es una empresa que requiere empeño.

Finalmente –no por menos importante menos gozoso–, la obra esta plagada de consideraciones obiter dicta magistrales (recuerdo ahora especialmente una sobre Lutero y su interpretación sesgada de la Carta a los Romanos), de frases felices y de citas memorables. Por todas, ésta que parece ser de Goethe y que me ha emocionado: “El río en que me baño es tradición y gracia”. Toda una divisa alejandrina para un escudo de armas con el que combatir los tiempos presentes.

[Josef HOLZNER: San Pablo, Heraldo de Cristo. (Trad. José Monserrat, S.I.). 14ª edición, Herder, Barcelona, 1956. 558 págs. ]

16 agosto 2006

Citas

De Josef Holzner: San Pablo, Heraldo de Cristo, Herder, Barcelona, 1989, p. 136:

“Pero también una triste advertencia seria habla a la cristiandad de todos los tiempos con motivo de la triste suerte de esta Iglesia de Galacia. Estas magníficas comunidades, que fueran fundadas entre tan indecibles padecimientos del Apóstol de las Gentes, ¿dónde están ahora? Al que viaja por estos países tan importantes en otro tiempo para la cristiandad, le embarga algunas veces con profunda pena el sentimiento de que cabalga sobre un vasto sepulcro, en el que está enterrada una Iglesia cristiana en otro tiempo grande, a la cual se ha juzgado que ni siquiera merece el trabajo de ponerle una lápida. ¿En qué está lo profundamente trágico de tantas fundaciones de iglesias cristianas en el Asia Menor, Armenia y el Norte de África? Sin duda principalmente en que se apartaron del espíritu de Jesús y de su más grande apóstol, en que hicieron poco caso de las advertencias del Apóstol en su
Carta a los Gálatas, de las amenazas de San Juan en el Apocalipsis a las comunidades de Asia Menor, en que se empedernieron en el servicio de la letra y en exterioridades, degeneraron en sutilezas y celotipias nacionales, y en que finalmente se separaron también con ceguedad de la única fuente de la renovación, que mana de la roca de Pedro. “Si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué la salaremos?" (Lc, 14, 34). Y así galoparon los jinetes del Apocalipsis con la verde bandera del profeta sobre aquella cristiandad convertida en una estepa salina. Aquí tenemos una seria advertencia que aplica a todos los tiempos y a todas las naciones”.

12 agosto 2006

Lecturas veraniegas II


Las
listas son orientativas y los propósitos que contienen pueden alterarse. Después de Flannery, la generosidad de un amigo ha querido que leyese La superstición del divorcio, de Chesterton, en una cuidada edición de Los Papeles de El Sitio, y con un chestertoniano y combativo prólogo de Enrique García-Máiquez. Está bastante bien, con momentos memorables, aunque tiene algunos altibajos. Como regalo para la buena gente aletargada, quizás sea más eficaz la recopilación de textos sobre la mujer y la familia del propio Chesterton, que ha llevado a cabo José Ramón Ayllón. En cualquier caso, ambos libros son altamente recomendables.

La cosa es que, después de este divertimento, me correspondía atacar algún “tocho heavy” y los finalistas eran el Persiles y la Montaña Mágica. Sin embargo, voy a decidirme por el
San Pablo, heraldo de Cristo de Josef Holzner, que tengo en la lista de pendientes desde hace años, y que metí a última hora en la maleta. La elección quizás se haya debido a la recta aplicación del tanto-cuanto ignaciano, o incluso (todo puede ser) a la intercesión de Flannery. Tengo las mejores referencias y la tarea se presume apasionante.

Seguiremos informando.

11 agosto 2006

Ecuánimes

Ahora son los incendios de Galicia (buen artículo de David Torres en El Mundo, recogido por el sagaz Arcadi); el año pasado el de Guadalajara; antes el escándalo del Carmel en Barcelona. Sé que es pregunta ingenua, pero ¿a qué esperan los adalides de la cultura y de las libertades para manifestarse? ¿para cuándo un editorial medianamente crítico con el Gobierno del diario que no depende de la mañana?

Como le pasa a
Enrique, yo trato de no hablar nunca de política con la política (con quienes me llevo muy bien, a Dios gracias). Sólo lo hice una vez con uno de mis “contrarios” cuya cosmovisión es exactamente el reverso de la mía y con el que, precisamente por ello, no había hablado del tema en más de diez años de “ser familia”. Fue en una boda, con un buen puro, y con el mejor rollito posible. Comenzó él: “antes de que empecemos, hay una cosa que no me podrás negar, y es la superioridad moral de la izquierda”. Como fácilmente comprenderéis, ahí termino la cosa. Nunca mais (esta vez sí).

El poeta Zapatero lo dijo con palabras más bellas: “Las ideas de la derecha cotizan en Bolsa, las ideas de la izquierda cotizan en el corazón”. Lo juro, es verdad, lo dijo.

[Lectura recomendada: Rino Camilleri: Los monstruos de la razón, en Rialp. Utopías de los revolucionarios, y antecedente de la educación para la ciudadanía. Escalofriante]



09 agosto 2006

Urge leer a Flannery


Supe de ella, una vez más, por
Aceprensa. Me llamó la atención la referencia a una escritora norteamericana de mediados del siglo pasado (1925-1964), católica, aquejada de una extraña y grave enfermedad, lectora cotidiana de la Summa Teológica y autora de un par de novelas, algunas decenas de relatos cortos y un epistolario. Leí varios de esos relatos y me gustaron, algunos mucho, aunque sin entusiasmarme ninguno. Luego me hice asiduo lector de Compostela, y constaté el fervor que Arp profesa por Flannery. Aquí tiene que haber algo más, me dije.

Así que, siguiendo el consejo del este amigo y guía virtual, la primera lectura de estas vacaciones ha sido precisamente su epistolario, “El hábito de ser” (The habit of being). Lo empecé con el mes y lo he terminado, con emoción, esta madrugada. Recoge la gran mayoría de sus cartas, desde la primera, de 19 de junio de 1948, en la que busca agente literario hasta la que escribió el 28 de julio de 1964, seis días antes de morir con 39 años. Mientras leía las cartas he ido intercalando las lecturas de los principales relatos a los que en ellas hacía referencia (“Un hombre bueno es difícil de encontrar”; “El negro artificial”; “La buena gente del campo”o “El templo del Espíritu Santo”).

El resultado ha sido conmovedor. No voy a contar mucho al respecto, porque ya lo hace
Arp mucho mejor que yo. Simplemente diré que su fe; su razonada pertenencia a la Iglesia; su sentido del humor (he soltado auténticas carcajadas); su carácter; su genio; su fortaleza; su delicadeza; su atención a los demás; su llevanza de la cruz como yugo suave (el padecimiento heroico, sin una sola queja a lo largo de los años, de una enfermedad terrible y las virtudes que de ella supo sacar para su vocación literaria); y su amor sin fisuras a Jesucristo me hacen creer que era santa. Soy consciente de que en estos temas nuestra Santa Madre Iglesia nos invita a ser especialmente cautos, pero de verdad así lo pienso (de hecho, ya hay quien reza “Santa Flannery de Milledgeville, ora pro nobis”).

Urge leer a Flannery. Ahora bien, ojo con dejarse llevar por los clichés (escritora gótica sureña, con gusto por lo grotesco), o por las referencias políticamente correctas de sus editores en español. Hay que leerla sin prejuicios y formarse opinión propia al respecto. Lo mejor es empezar por las cartas y luego sumergirse en su literatura. Vale la pena.

Hoy celebramos la memoria de otra gran mujer, Edith Stein (Teresa Benedicta de la Cruz), filósofa discípula de Husserl, judía conversa al catolicismo, que ingresó en el Carmelo y murió en el campo de concentración de Auschwitz. Juan Pablo II Magno (¡santo subito!) la canonizó y la proclamó Patrona de Europa. En la misa de hoy pediré a la santa por España, por Europa (¡sé tú misma!) y también por Flannery, aunque, como ya digo, creo que fue al cielo como un cohete y allí estará, riéndose a carcajadas, con Santo Tomás.

Y en homenaje a ella, he cambiado el Macallan por el Jack Daniels en mis noches estivales.

03 agosto 2006

Manu


Recién llegados a Estepona después de largas horas de viaje en caravana (no cabemos en un solo coche), me llevo a los mayores a la playa. Sin saber cómo, de repente me encuentro a Manu (4 años) rodeado de avispas enfurecidas. Le saco como puedo de allí y le cuento más de 10 picaduras. Peregrinación al centro de salud, inyección de Urbasón y gracias a Dios (y a las horas extra de su ángel de la guarda) como nuevo. Ha sido un valiente y el mal trago ha pasado.


Cuando lo llevaba en brazos a la carrera desde el lugar del crimen hasta el coche, llorando a moco tendido, gritaba: “¡A las avispas las ha hecho Dios! ¡A las avispas las ha hecho Dios! ¿Por qué ha hecho Dios a las avispas, papá?”. Y yo, resoplando y diciéndole que no son malas, pero que estaban asustadas porque creían que él les iba a quitar a sus hijitos. Lo primero que ha dicho al ver a Carmen es que él no quería robar nada, y que las avispas no tenían oídos, porque si los tuvieran, se lo habría dicho y no le hubieran picado.


Problemas, como diría d’Ors, de teozoología.

31 julio 2006

Hasta pronto

Comienzan las vacaciones. Que otros se jacten de lo que les sea dado escribir, yo lo haré de lo que me será dado leer. Será éste, pues, un blog guadiana. Habrá unos pocos posts a lo largo del mes, en función de los libros que vaya leyendo.

Que descanséis (los que podáis) y que Dios os guarde.

28 julio 2006

Bayreuth


Como todos los años por estas fechas, estos días está teniendo lugar el festival de Bayreuth. Con obvia hipérbole (aunque para los iniciados no desmesurada) se dice que allí puede llegarse en coche o en tren, pero que lo suyo es llegar de rodillas


Este año, el Anillo lo dirige el joven y prometedor Christian Thielemann. Algunos lo consideran llamado tomar el testigo de los grandes (Kna, Fürtwangler, Krauss, Kempe, Walter, etc.). Este año he tenido ocasión de oírle en Ibermúsica con la Filarmónica de Munich (pedazo de orquesta) tocando la Escocesa de Mendelssohn y la Grande de Schubert. Estuvo bastante potente, pero a años luz de cualquiera de los anteriores.


Los españoles tenemos la suerte (todavía) de poder seguir todo el festival en directo por Radio Clásica. Anteayer pude oír el final de El Oro del Rhin, y fue apoteósico. Ayer, entre llamadas de teléfono y reuniones, mal-oí la Valkiria, que no me gustó tanto. Sin embargo, en el intermedio pusieron una grabación del Idilio de Sigfrido tocada nada menos que por el propio Sigfrido, esto es, por Siegfried Wagner (el Sigfrido del idilio no es el welsungo del Anillo, sino el propio Siegfried). No era precisamente hijo y nieto de Camborios sino nada menos que hijo de Richard y Cósima Wagner y nieto de Franz Listz. La grabación tuvo lugar en Londres en 1927. No es que fuese excepcional, pero sí resulto emocionante oírla.


El que pueda, que no se pierda el sábado Sigfrido y el lunes el Ocaso de los Dioses (aunque sólo sea para oír la muerte de Sigfrido). Ambas a comienzan a las 16.00 h.

27 julio 2006

Lecturas veraniegas

Desde hace tiempo vengo preparando la lista de lecturas para este verano. El año pasado llegué con tanta hambre y con tanto para leer que fui a caballo desbocado, sin el necesario asueto. Tan compulsiva fue mi lectura que, al final, tuve la sensación de no haber disfrutado del todo de los Karamazov, cura rural, carmelitas, Gombrich y compañía.

Este año va a ser diferente. Me llevo más libros de los que podré leer (afortunadamente uno no es Robinsón sino más bien parte de la familia Trapp, y hay otros deliciosos compromisos estivales), pero haré una selección in situ y me propondré reposar y disfrutar cada lectura aunque sólo termine leyendo un libro. He aquí mi lista final:

El hábito de ser, de Flannery O’Connor

La montaña mágica y Los Buddenbrook, de Thomas Mann
Manalive, Correr tras el propio sombrero y Breve Historia de Inglaterra, de Chesterton
Los libros Rome at war y Greece at war, de la editorial Osprey
Los ensayos de Hannah Arendt sobre la revolución y el totalitarismo
La versión abreviada por Sommerville del Study of History de Toynbee (tengo los 12 tomos originales, pero es empresa titánica).
Y poesía, mucha poesía.

De momento, tan ferviente es la recomendación de Arp que seguro que empezaré con Flannery. Con el resto, ya veremos.

24 julio 2006

Osprey

Pese a todo, siento una gran admiración por los ingleses. Sí, ya sé de nuestras históricas pendencias, de su arrogancia, de su promasonería y de su anticatolicismo (con contadas pero excelsas excepciones). Puede que el 90% sean hooligans, que su monarquía esté de capa caída (no buscaré simetrías), que no tengan ni un filósofo que valga realmente la pena (salvo McIntyre, pues los empiristas no dan mucho de sí), y que salvo Purcell, Dowland y Elgar, sus músicos sean de segunda fila. Aun así, me reafirmo en que resultan admirables.


Un reciente motivo para reafirmar mi admiración ha sido el descubrimiento de la editorial Osprey, dedicada monográficamente a la historia militar. Centenares de libros que abarcan toda la historia, desde los hititas hasta la guerra del golfo. Tienen un formato atractivo y un papel estupendo, están llenos de ilustraciones y, huyendo de la erudición, su finalidad es meramente divulgativa, sin por ello caer en la superficialidad. He leído el de las guerras púnicas y es estupendo. Además, me dicen que el tratamiento de España es ecuánime (hay libros sobre el Cid y la Reconquista, la guerra de guerrillas y hasta sobre la División Azul). Si el mes de agosto da de sí todo lo que espero (anheladas lecturas veraniegos), le hincaré el diente a “Rome at war”. Ya veremos.

21 julio 2006

Into great silence

Philip Gröning es un director de documentales agnóstico, al que siempre le había atraído la vida de los cartujos, cuya regla es la más dura de todas las órdenes monásticas (pasan prácticamente todo el tiempo en el silencio más absoluto). Parece ser que hace quince años, este individuo tuvo la osadía de pedir al prior de la Gran Cartuja de los Alpes suizos, casa-madre de la orden, que le dejase entrar en el monasterio con su cámara para rodar un documental. Sorprendentemente, el prior no le dijo que no, sino simplemente que era algo prematuro y que ya le diría algo. Quince años después (benditos tiempos de la Iglesia) accedió a su pretensión. Gröning estuvo seis meses enclaustrado con ellos (y con su cámara). El resultado ha sido una película de casi tres horas, Into Great Silence, que ha obtenido numerosos premios, y un considerable éxito de espectadores en Alemania, Francia y Suiza. Su sitio web oficial es éste, y puede verse un magnífico trailer aquí.


No tengo noticias de que se haya estrenado en España, al margen de un parece que discreto pase por el
festival de cine de Sevilla. Habrá que esperar a que salga en DVD para verla y darle toda la difusión posible.


Siempre me ha emocionado el lema de los cartujos: Stat crux, dum volvitur orbis (la cruz permanece, mientras el mundo da vueltas).

20 julio 2006

Siegfried (West)

El amor de los efebos es y será siempre arcano para mí, mas no así la música de ese teutón que llaman Wagner. Es, junto con Beethoven, Brahms y Bruckner, y a salvo del gran Bach (no hay nada como La Pasión según San Mateo), de mis músicos favoritos.


Hace un par de años fui a ver Siegfried al Teatro Real. La escenografía, contenida e insulsa, pero al menos sin el mal gusto de trasladarnos a Chicago años 30, a la Italia fascista, o a un lupanar (carnavales inútiles al modo de aquellos libretos parasitarios de los que abominaba Pierre Menard). La orquesta y los cantantes, correctos tirando a buenos, y por encima del resto una Brünhilde muy potente cuyo nombre he olvidado. Todo era manifiestamente perfectible, pero pasé un rato estupendo. Me pasó algo parecido a lo que afirmaba Borges, en el prólogo a su traducción de “Hojas de hierba” de Whitman, cuando compara su trabajo con una representación de Macbeth a la que decía haber asistido: aunque «la traducción era no menos deleznable que los actores y que el pintarrajeado escenario, salió a la calle «deshecho de pasión trágica». Shakespeare se había abierto camino; Whitman también lo haría, conjeturaba Borges. En mi caso, Wagner, desde luego, pasó por encima de las mediocridades apuntadas, y del penoso y caro libreto (donde no faltó el peaje a los tiempos que corren con un obligado artículo sobre “Siegfried ¿bisexual?” y otro conjeturando que Franco ganó la guerra porque Hitler venía de oír esta ópera cuando decidió ayudarle).


Ahora, lo de ayer en El Escorial fueron palabras mayores. Era una versión en concierto, aunque vistas las últimas escenografías y el propio estatismo de esta ópera, casi se agradecía. La Orquesta Sinfónica de París, estupendamente dirigida por Christoph Eschenbach (tengo discos suyos como pianista de principios de los 70, y ayer parecía un chaval). Evgeny Nikitin, un enorme ruso (de 1972, ¡ay!) que se adivinaba repleto de tatuajes y que parecía pertenecer a alguna mafia marbellí, compuso un Viajante muy convincente. Volker Vogel, excelente actor, dio vida a un Mime repleto de matices, y el resto de los cantantes estuvieron a una notable altura (a excepción de una Brünhilde esta vez algo cortita). Pero por encima de todos ellos brilló imponente Jon Fredric West, que se marcó un Siegfried para el recuerdo. ¡Qué tío! Desde luego, de largo, el mejor Siegfried que he visto. Se dice que ahora ya no hay perfiles de Heldentenor, pero debían de ser algo muy parecido a este corpulento y potente chaparrete americano. Cinco horas a pleno rendimiento para acabar como si tal cosa, comiéndose con patatas a una Brünhilde recién salida para la última escena, y casi a la propia orquesta. Dicen que, cuando esta ópera se empezó a representar, los tenores morían en escena o a los pocos días, consumidos por el entusiasmo y sobre todo extenuados por la exigencia del papel (y por la falta de dominio de la técnica del canto). No me extraña.


No puedo evitar una profunda melancolía cuando pienso que esa Europa que nos dio estas maravillas se está perdiendo, consumida por su propia decadencia y por renegar de sí misma. Europa, ¡sé tú misma! pedía San Juan Pablo II en Santiago de Compostela (mis recuerdos a Arp). Recemos con esperanza por que así sea.

19 julio 2006

Swing

Esta mañana tengo lío, y esta tarde (D.m) voy a oír Sigfrido en El Escorial, así que voy con más prisas de las habituales. Sin embargo, los que sepan lo endiabladamente difícil que es darle a la bolita, disfrutarán de este vídeo.

18 julio 2006

Agustín de Foxá

Hoy, no sé por qué, me acuerdo de Foxá. La efemérides podría invitarme a transcribir poemas como “La brigada del amanecer”, o “Aquel barco con nombre de isla”, o “Trincheras del frente de Madrid”. O incluso a recomendar vivamente (antes de que sea delito, todo llegará) la lectura de “Madrid de corte a checa”. Sin embargo, lo que al recuerdo que me viene es este magnífico poema, de lo mejor de su obra:

LOS PESCADOS MUERTOS

En las pescaderías hay olas despojadas,

y bajo las bombillas,

acuarelas de añil y barcas rojas.

Carne rosa, tendida sobre trozos de hielo,

¡Oh pescados, odiados por el aire!

porque nunca halló dóciles pulmones.

Salmón rosa, manchando con una sangre anémica

los helechos. ¡Oh anguila!

serpiente azul, sin pájaros.

¡Oh langosta guerrera!

con el yelmo calizo y el ojo sobre un tallo.

Rueda de las sardinas, como un duro de aceite.

Cangrejos de agua amarga.

¡Oh pálidos pescados!, que visteis los corales,

aletas que rozasteis las esponjas,

y esas ostras enfermas de perlas, que ambicionan

las más altas diademas.

¡Oh pescados, flotando sobre las minas de oro!

Se están vendiendo olas; se envuelven en periódicos

los ojos abultados que vieron los naufragios.

Hay carnes de tormenta en modestas cocinas,

y al salir la tostada luna entre los faroles

un ansia de marea mueve estos cuerpos muertos

que, a través de los cierres, escuchan a la lluvia

como rondalla última que les envía el mar.

Orejas de burro

Como me recuerda un buen amigo, con la delicadeza de no corregirme en público, el arce es un árbol (además de un excelente restaurante de Madrid), y el bicho con cuernos es el alce. Dámaso bruto, bruto, bruto. Podría alegar en mi descargo que el lapsus viene motivado por el primer comentario de Juan Ignacio al post de Enrique García-Máiquez, o aludir a las prisas, nunca buenas, con las que entro y salgo del blog. Pero no hay parvedad de materia, así que es mejor expresar mis humildes disculpas cibernéticas e imponerme la penitencia de este post (ahora lo de escribir algo cien veces es fácil con el cortar-pegar).

16 julio 2006

Quidditas

Dice el gran Arp, con base en un post de Enrique García-Máiquez en el que cita a Rocío Arana, que no sabe exactamente qué tiene que ver el arcear del arce con la quidditas. La verdad es que los comentaristas a esa entrada, entre los que me incluyo, estuvimos metafísicos (y eso que al menos yo sí como).


Hasta donde llega mi amateurismo filosófico, la quidditas equivale a la esencia de las cosas, lo que las hace ser lo que son. Al arce le hace ser arce la "arceidad", que es su esencia, como a la mesa la "meseidad". ¿Qué es lo que hace a una mesa ser mesa? ¿qué la diferencia de una silla? No desde luego el color, ni el número de patas, ni el material de que está hecha. ¿Y al arce ser arce? Ni el pelo, ni las patas ni los cuernos. Todo eso son accidentes, y lo que les hace ser lo que son es la esencia. Lo que pasa es que nosotros somos capaces de conocer las esencias, no porque tengamos ideas puras platónicas, sino porque tenemos entendimiento agente y podemos abstraerlas de la materia sensible. La materia individualiza, la forma caracteriza.

14 julio 2006

El brillo de la familia

Un buen artículo de mi amigo Tomás Alfaro (qué pena que no tenga blog):
Es difícil encontrar un fenómeno de masas semejante. Año tras año, ya sea Juan Pablo II o Benedicto XVI, ya se trate del encuentro de la juventud, ya del de las familias, el Papa levanta multitudes. Y no lo hace por llamarse Woytila o Ratzinger o por tener más o menos carisma personal. Quienquiera que hubiese sido elegido pontífice en el último cónclave hubiese desatado el mismo entusiasmo que ha despertado la visita de Benedicto XVI. Porque el que levanta entusiasmo es el sucesor de Pedro, el padre espiritual de los católicos, se llame como se llame. Es el representante de Cristo en la tierra quien da cita a multitudes. A multitudes que aguantan horas bajo un sol de justicia para verle un momento por amor a Dios. Les guste o no a los que decían “nosotros no te esperamos”, el amor a Dios, el amor a Cristo y el amor a su Iglesia y, por tanto, el amor al ser humano, es lo que mueve a esos millones de personas y este amor, sí les espera a ellos. Y los católicos, que a veces parecemos como aletargados, como escondidos, como un poco avergonzados, salimos a la luz para decir: aquí estamos para defender lo que creemos.

Esta vez nos ha congregado la familia. Benedicto XVI ha dicho palabras preciosas para hablar de ella, para defender su modelo único, basado en el amor de un hombre y una mujer que se comprometen ante Dios a dar vida, educar y formar como cristianos a unos hijos que aceptarán de Él como un don precioso. Un amor que tiene que ser para toda la vida porque esa misión no es por un tiempo, no es mientras haga ilusión, no es un capricho. Es una misión que no acaba nunca y que, como también nos ha recordado el Papa, se continúa en los hijos de los hijos y viene desde los abuelos de los abuelos en una línea ininterrumpida desde hace milenios para formar hombres de amor, sin los cuales, el mundo moriría.

Pero, con todo, más vale una imagen que mil palabras. Nada más maravilloso que esas imágenes con las que las cámaras nos regalaban al pasearse por el público. Aquí, un padre y una madre, con sus hijos alrededor y los más pequeños dormidos en sus brazos cuando ya se había pasado la hora en que normalmente se van a la cama y les vencía el sueño. Allá, una familia con sus tres generaciones, los abuelos, con la misión casi cumplida, los varios hijos en la fase del máximo esfuerzo para sacar adelante a una patulea, un clan de primos incansables que no hay manera de sujetar. A buen seguro no es en estas familias, nos lo dicen las estadísticas y el sentido común, en las que se da el devastador fenómeno de la violencia de género.

Y mientras, unos pocos pobres miopes, ciegos a lo que no quieren ver, protestan por el gasto que esta reunión haya podido suponer. No les importa, sin embargo, cuanto cueste el día del orgullo gay. La familia, y por lo tanto este acto, es el mayor bien que una sociedad pueda tener. Un bien inapreciable, impagable para los que luchan por él, que lo hacen, sin embargo, desinteresadamente, por puro amor. Aquella pobre gente debe pensar que el desfile de los “drag queen” es más valioso que el acto cívico de este fin de semana. Desgraciadamente, hay cosas que una sociedad no se da cuenta de lo que valen hasta que se pierden. No es fácil que se pierda la familia. Es un diamante que resplandece a poca luz que le dé. Ningún legislador miope, ningún gobierno ofuscado o resentido, ningún pobre hombre que quiera proponer modelos alternativos esperpénticos podrá matar ese brillo que este fin de semana hemos podido ver esplendoroso y que Benedicto XVI ha venido a resaltar. Pero si un día, debido a la miopía, estupidez o envidia de legisladores, gobiernos o pobres hombres, llegase a perderse, la humanidad entraría en una de las épocas más oscuras de su historia. Así que, más vale que se dejen de experimentos insensatos y que los que con nuestro esfuerzo cotidiano sacamos heroica y anónimamente adelante nuestras familias, y con ellas a España, sepamos defenderlas valientemente con nuestro testimonio y, si es necesario, con nuestra protesta ciudadana.

12 julio 2006

Alfonso Querejazu (II)

Más de Olegario sobre su maestro (¡vaya dos!):

“Don Alfonso, digámoslo en su honor, era ante todo un educador. Si tuviéramos que ir a la búsqueda de una palabra que le definiera, yo no creo que la palabra apropiada fuera profesor y menos filósofo, en sentido estricto. Tampoco quiso ser intelectual en sentido riguroso, ni un escritor. Él era ante todo un despertador y formador, forjador y alentador. Formar hombres, forjar proyectos, alentar ilusiones. Yo creo que ésa es la expresión más plena de transmisión al otro no sólo de saberes sino de la entera vida. Casi treinta generaciones de seminaristas hemos pasado por su clase. Probablemente no podríamos recordar hoy qué nos dijo ni retengamos ya casi nada, pero en la medida en que le fuimos oyendo año tras año fuimos despertando a humanidad, siendo seres nuevos tras dejar de ser como éramos, descubriendo nuevas posibilidades, sintiendo altas ilusiones, haciéndonos renacer a otra posibilidad y forma de vida, con la ilusión percibida como un pájaro en el cielo azul, la esperanza de llegar a ser alguien, el horizonte abierto de la realidad. Eso es lo que nos quedaba de D. Alfonso. Quizá no llegásemos a establecer la conexión entre presocráticos y Sócrates; quizá no supiéramos muy bien diferenciar a Shelling de Fichte, pero nos íbamos haciendo hombres y al final del curso éramos distintos. Esa educación, que es mucho más que los saberes dictados en clase o contenidos en libro, lograba despertar en nosotros la ilusión, sostener la atención, sembrar esperanzas; en una palabra, ser capaces de ser y de vivir libres en el mundo. La eficacia de su palabra había llegado al nivel del ser constituyéndolo, y no simplemente al nivel de las potencias, informándolas. A lo largo de la vida, uno ha ido teniendo maestros de cosas y maestros de persona, lo mismo que hay libros que rigurosamente se llaman “Lecciones de cosas” y otros, por el contrario, son más bien “Lección para persona”. De esas cosas que no se pueden encontrar en los libros fue maestro para nosotros don Alfonso. Maestro de cómo ser hombre, ser fiel a Dios, entregar la vida gozosamente a la verdad o al evangelio de Cristo para anunciar a los hombres, de cómo mantener la elegancia y la esperanza sumadas, unidos Sócrates y Jesucristo, sin mezclarlos pero sin separarlos tampoco. Un hombre limpio y libre puede quedar reducido a vivir en dos metros cuadrados, pero, si le dejan la palabra libre y cercano al prójimo, suscita un mundo con su pensamiento y con su ilusión engendra en los demás vida nueva.

D. Alfonso fue para nosotros sus alumnos el alumbrador de la verdad, que está más allá del lugar; aquélla que se enciende en cada corazón, que hace libres y serviciales, que se deja sentir viniendo de Dios y orientando hacia Dios.”

Leon Bloy

El sutil Arp nos recuerda una excelente carta de Bloy. He aquí otra cita suya (de Bloy), que lleva a cabo Raïssa Maritain en Las grandes amistades, y que nos proporciona una bellísima descripción de los sacerdotes y de los fieles laicos:

“Por más que se adore la riqueza, escribe Bloy, en “La sangre del probre”, existe un prejuicio que milita obstinadamente por la pobreza. Es como si la muy modesta lanza que atravesó a Jesús hubiera atravesado todos los corazones. Aquella llaga no se cierra después de veinte siglos. Están allí los innumerables que se lamentan, mujeres, ancianos, niños; están allí los vivos y los muertos. Todo aquel pueblo sangra, toda aquella multitud echa sangre y agua del centro de la Cruz de la miseria, en Oriente en Occidente, bajo todos los verdugos, bajo todas las plagas, entre las tempestades de los hombres y las tempestades de la naturaleza, ¡hace ya tanto tiempo! Esa pobreza es la inmensa pobreza del mundo, la total y universal pobreza de Jesucristo. ¡Es preciso que esto se tenga en cuenta y se recupere!.

Existen también los sacerdotes, que no son del mundo, los sacerdotes pobres o los pobres sacerdotes, como se quiera llamarles, que no saben qué es el no ser pobre, pues nunca han visto más que a Cristo crucificado. Para ellos no hay ricos ni pobres; no hay más que ciegos, en número infinito, y un pequeño rebaño de clarividentes de los cuales ellos son humildes pastores. Están juntos, como los hebreos en Gesé, solos en la luz, en medio de las tinieblas palpables del viejo Egipto. Cuando extienden los brazos para rezar, la extremidad de sus dedos toca las tinieblas”

Bloy, Peguy, Bernanos, Claudel, Maritain, Guitton… ellos sí que son el pequeño rebaño de clarividentes entre las tinieblas de la Francia laicista y jacobina. Qué gran ejemplo para nosotros, con la que esta cayendo.

11 julio 2006

Palíndromos

Desde luego, el mejor es el celebérrimo "dábale arroz a la zorra el abad". También es estupendo el existencialista "¿somos o no somos?". He aquí algunos otros no exentos de interés:
· Échele leche

· Saca tú butacas

· Logré ver gol

· Ana, lleva al oso la avellana

· Le avisará Sara si va él

· No bajará Sara jabón

· Señor goloso logroñés

· La ruta natural

· Adela ya le da

· A cavar a Caravaca

· Es Adán, ya ve, yo soy Eva y nada sé

· A mamá Roma le aviva el amor a papá
y a papá Roma le aviva el amor a mamá

· Nuria, sonría y ate la maleta y
a irnos a Irún

· A lo loco lo colocó Lola

· Salta Lenin el atlas
(Cortazar dixit)

· Ateo por Arabia iba raro poeta

· Oro, oso, asa, ala, anilina, solos, reconocer

No sé si en otros idiomas habrá tantos (me cuesta creerlo). Sólo me sé uno en francés, que no está nada mal: "L’âme des uns jamais n’use de mal".

10 julio 2006

Derecho + Artes Liberales

Algunos pensamos que ante la profusión normativa y el crecimiento exponencial del Derecho, la solución no es machacar al alumno con más y más clases para embutirle más y más leyes. Más que añadir, lo que habría que hacer es tomar distancia para tener una buena perspectiva. Por eso nada de especialidades, sino generalidades. Hay que huir del positivismo.
En la UFV vamos a sacar una titulación que combina el Derecho con las Artes Liberales. Todos los alumnos tendrán como materias obligatorias, sí, el Derecho civil o el administrativo, pero también la filosofía, el teatro, la música y, sobre todo, la literatura (con un módulo específicamente dedicado a la poesía). Creo que podemos lograrlo.

06 julio 2006

No son Justerini & Brooks

1964

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta
y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna
y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.
Sólo me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.


J. [L] B.


DEL AMOR, DE LA GUERRA

Se que seré feliz. Y a quién le importa
el miedo, los escollos de este mundo,
si un instante contigo es más profundo
que todos los océanos. Es corta
la duda y es muy largo el olvido
para cada derrota. Las batallas
son seguras, pues allá donde vayas
contigo chocarás. Dios ha querido
que en esta vida amemos con empeño,
con paciencia y tesón, pues es oscuro
el bosque que amenaza al amor puro.
Que el amor que es más libre tiene dueño,
un amor decidido, amor que canta,
que a fuerza de minucias se levanta.

J.B.

González de Cardedal

El más reciente artículo del discípulo de Querejazu.

Alfonso Querejazu (1900-1974)

Jurista y diplomático boliviano, formado en España, Inglaterra, Alemania y Suiza. Ordenado sacerdote con 42 años, se traslada a Ávila. Desde allí, además de su dedicación a las almas, promueve las Conversaciones Católicas de Gredos, donde se formaron muchos de los intelectuales católicos de la “ominosa”. Lo he descubierto gracias a su correspondencia con Joaquín Garrigues (el ampulosamente conocido en el mundillo como “el divino”), padre del Derecho mercantil español y gran abogado, cofundador del conocido despacho homónimo. La edición es de Olegario González de Cardedal (alumno agradecido de Querejazu) y está publicada por Trotta. Creía que estaba agotado, pero parece que puede conseguirse aquí. Sus cartas tienen mucho interés (más que las de D. Joaquín, con una fe más intelectual y algo escéptica). Un ejemplo:

“La vida del hombre es milicia contra la malicia y la molicie”

Pero, sobre todo, el prólogo de Cardedal es de antología (por sí solo vaut le voyage), porque expresa magistralmente la gratitud del discípulo al maestro:

“¿Cuáles fueron las tareas centrales de su vida? En primer lugar, ser profesor del Seminario Diocesano. Este hombre, de largo bagaje espiritual, se dio por entero a esos muchachos que veníamos del pueblo, no sólo con el pelo de la dehesa sino con toda la pesadumbre de una subcultura campesina, si bien con la fuerza de una inmensa dignidad, unida a virtudes humanas y cristianas primordiales, junto con una pobreza limpia y decorosa. Los niños yunteros encontramos en él al hombre que rompía los moldes, alguien que tomaba tan absolutamente en serio su clase que para nosotros era un permanente motivo de sorpresa. Dar su lección de cada día era para él algo así como la celebración de la Eucaristía. Todo le era sagrado, desde rezar antes de comenzar la clase, a inclinarse para coger un lapicero que se nos cayera de la mesa, la atención con que miraba a cada alumno y la delicadeza con que, finalizada la clase, acogía la pregunta de quienes le mostrábamos una duda o deseo. Eso es algo que no se puede enumerar fácilmente por lo sencillo, evidente y diario –¡el difícil servicio y amor diligente de cada día!– y que, para quienes lo hemos experimentado, permanece para siempre como parte de nuestra entretela. Hemos asistido al diario esfuerzo, al dramático espectáculo de lo que es ser profesor con alma, viviendo, pensando y levantando en alto la verdad. ¡Él, como buen discípulo de Ortega y Gasset, sabía que cada clase es un acontecimiento dramático! Cuando uno ha visto eso, hay cosas que ya serán verdad para siempre, y nadie nos podrá convencer de lo contrario.”


05 julio 2006

One solitary life

Siempre me ha gustado este anónimo inglés (sí, inglés) del XIX.

“One Solitary Life”

“Here is a man who was born in an obscure village, the child of a peasant woman. He grew up in another village. He worked in a carpenter shop until he was thirty, and then for three years he was an itinerant preacher. He never owned a home. He never wrote a book. He never held an office. He never had a family. He never went to college. He never put his foot inside a big city. He never traveled two hundred miles from the place where he was born. He never did one of the things that usually accompany greatness. He had no credentials but himself... While still a young man, the tide of popular opinion turned against him. His friends ran away. One of them denied him. He was turned over to his enemies. He went through the mockery of a trial. He was nailed upon a cross between two thieves. While he was dying his executioners gambled for the only piece of property he had or earth, his coat. When he was dead, he was taken down and laid in a borrowed grave through the pity of a friend. Nineteen long centuries have come and gone, and today he is the centerpiece of the human race and the leader of the column of progress. I am far within the mark when I say that all the armies that ever marched, all the navies that ever were built, all the parliaments that ever sat and all the kings that ever reigned, put together, have not affected the life of man upon this earth as powerfully as has that one solitary life.”

Desde luego, no destaca la divinidad de Jesús, ni hace referencia a María, o a la Iglesia (no es de extrañar), pero me parece que tiene una importante fuerza apologética.

03 julio 2006

El que no se consuela

Si mis admirados Julio Martínez Mesanza
y Juan Antonio Presas (admirado amigo, en este caso)
tardan lo que tardan,
puede que aún esté a tiempo.

02 julio 2006

d'Ors, Botas, d'Ors

NOCTURNO (FRUSTRADO)

Maldito Baudelaire, malditos Goethe y Borges,
que ahora que contemplo
la luna no me dejan ver
la luna.

Miguel d’Ors, Chronica (1982)


VARIACIÓN SOBRE UN TEMA DE MIGUEL D’ORS

Bendito Baudelaire, benditos Goethe y Borges,
que ahora que contemplo
la luna me permiten ver
en ella
cosas que no verá ningún astrónomo.

Víctor Botas, Historia antigua (1987)


VARIACIÓN SOBRE UN TEMA DE VÍCTOR BOTAS

Luna fría, de otoño, que esta noche
brilla sobre tu ausencia.

Y lo que son las cosas (no te rías
ahora recordando cómo te reprochaba
precisamente esta clase de prosaísmos
tu amigo d’Ors: aquí son algo diferente):
en ella veo hoy aquellos versos tuyos
–o, mejor dicho, nuestros–
(ya sabes, Baudelaire, Goethe, Borges, Horacio,
Diana encabezando por las celestes selvas
la virginal desnuda montería
y la luna astrofísica, y la luna
de Ibn Hazam de Córdoba,
y el hombre aquel del saco que amedrentó tu infancia),
y en su luz pensativa –ahora un símbolo nuevo–
la luz de tu amistad y tu talento.
En fin, tú ya me entiendes: algunas más de esas
cosas que no verá ningún astrónomo.

Miguel d’Ors, Hacia otra luz más pura (1989)